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LA TINTA DE LA MEMORIA

José Rodríguez Polvillo

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En el verano de 1935, hace ahora 90 años, el nombre de Gines sonó mucho en los Países Bajos. Hasta nueve periódicos de aquel país publicaron en pocos días una pintoresca crónica, obviamente escrita en neerlandés, en la que se contaba la historia de un torero retirado que por entonces se dedicaba a la industria de la aceituna en nuestro pueblo. 

Bajo el título «Memorias de famoso torero», la prensa centroeuropea hablaba así sobre Manuel Torres Reina, miembro de la célebre saga de diestros tomareños de «Los Bombita» y también conocido como «Bombita III». 

Al menos desde 1930, Manuel tenía una industria de aderezo y envasado de aceitunas en la hacienda La Merced de Gines, un histórico edificio que Juan de Dios Soto había cedido al Ayuntamiento el año anterior para ubicar en él la Escuela Nacional del municipio. Tan grande era la hacienda que el consistorio decidió alquilar parte de la misma para ubicar en ella diferentes negocios, entre ellos la fábrica de aceitunas de Bombita. 

En este contexto, el cronista de la prensa neerlandesa comienza su escrito señalando que «Hace un tiempo, visité al famoso torero Manolo Bomba en Gines, cerca de Sevilla», destacando al exmatador como «el rey universalmente reconocido de las aceitunas andaluzas». La crónica continúa diciendo que «Las aceitunas de Gines no son aceitunas comunes, como las que se encuentran en cada esquina. Son las más grandes y sabrosas de su especie». 

El tamaño y la calidad de aquellos frutos quedó reflejado por el autor de la crónica de la manera más gráfica posible: «Me mostró una lata llena de aceitunas. ¿Aceitunas? Uno cree tener ciruelas delante. Así de grandes son. "¡Sí!", me dijo el feliz plantador de Gines. Mis aceitunas no se encuentran en ningún otro lugar del mundo. En Londres y Nueva York, los grandes restaurantes solo las piden aquí, y como puedes ver, valen la pena. ¿Sabes cuánto pesan? ¡Sólo necesito 20 piezas para llenar un kilo!», señalando a continuación que «por lo general, se necesitan 300 aceitunas» para conseguir dicho peso. 

Parece que Bombita no exageraba, al menos no demasiado. Basta con ver la foto que reproducimos y que publicó La Estampa apenas un mes antes en un amplio reportaje que, casi con toda probabilidad, sirvió de base para los textos sobre Gines que llenaron la prensa holandesa en el verano de 1935. 

José Rodríguez Polvillo
Publicado en El Nuevo Periódico de Gines - Julio de 2025
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El próximo 11 de septiembre se cumplirán 250 años del nacimiento en Gines de Narciso Heredia Begines de los Ríos, quien con los años llegó a ser conocido internacionalmente como Conde de Ofalia, convirtiéndose en un personaje clave en muchos aspectos de la España del siglo XIX. 

El nacimiento tuvo lugar en la antigua hacienda de Santa Rosalía (actual Casa de la Cultura ‘El Tronío’). Así se indica en la semblanza que aparece en el libro «Escritos del Conde de Ofalia» [1], que recoge buena parte de la obra de nuestro personaje y cuya biografía inicial fue escrita por Fernando Álvarez, funcionario público que trabajó con Ofalia. 

En el Archivo Parroquial de Gines [2] conservamos su partida de bautismo, que dice así: 

En domingo, días diez y siete de septiembre de mil setecientos setenta y cinco años, yo el doctor don Francisco Serrano, Fiscal del Juzgado de testamentos de la ciudad de Sevilla, con permiso de don Manuel Antonio de la Rosa, cura y beneficiado propio de la iglesia parroquial de esta villa de Gines, bauticé solemnemente en ella a Narciso, José, Jacinto, Jerónimo, que nació el día once de dicho mes y año, hijo legítimo de don Narciso de Heredia y Spínola, y de doña María de las Mercedes Bejines de los Ríos, vecinos de dicha villa, fueron sus padrinos don Diego Bejarano y doña Mayor Bejarano, vecinos de dicha ciudad, a quienes advertí el parentesco espiritual y la obligación de enseñarle la doctrina cristiana, y lo firmé, fecha supra. Doctor Francisco Serrano y Durá. Don Manuel Antonio de las Rosa, cura. NOTA MARGINAL: Narciso José Jacinto Jerónimo fábrica 4 reales de vellón 

Durante mucho tiempo se especuló con la posibilidad de que el pequeño Narciso hubiese nacido en nuestro pueblo de manera circunstancial, apuntando a que el alumbramiento se habría producido en Gines durante una visita de sus padres a unos familiares o amigos, o simplemente por pura casualidad, tratando de desvincular así a Ofalia de sus raíces ginenses. 

Lo cierto, como vemos en el documento parroquial que da fe de su bautismo, es que sus padres eran «vecinos de esta villa», algo que corrobora el ya citado Fernando Álvarez, quien señala que la hacienda era «propia de su familia». 

Estos datos, que desmienten el nacimiento fortuito en Gines, se han podido confirmar recientemente por informaciones localizadas en otros archivos y que hoy publicamos por primera vez en este artículo. 

Así, el 17 de octubre de 1773 [3] el abuelo del futuro Conde de Ofalia, Narciso Fernández de Heredia, compró la hacienda a su entonces propietario, Manuel de Zamora, y apenas 6 días después (el 23 de ese mismo mes) la traspasó a su hijo, Narciso Fernández de Heredia y Espínola, padre del futuro Conde. 

De manera que cuando el pequeño nace (1775), efectivamente la hacienda era propiedad de su familia, aunque no lo iba a ser por mucho tiempo más porque en agosto de 1776 alquilan la parte de trabajo del edificio (bodega, lagar...) a Juan Míguez, para acabar vendiéndola por completo el 4 de marzo de 1778 a Manuel de Aguirre y Basaguren. 

El Gines en el que nació Ofalia apenas tenía 500 habitantes y una economía que giraba en torno a las haciendas, entre ellas la de Santa Rosalía, su 'casa natal'. Poco después del nacimiento de nuestro protagonista, la familia se traslada a Almería, donde realiza sus primeros estudios, y después a Granada, donde se doctora en Filosofía, Leyes Civiles y Sagrados Cánones. 

Con apenas 23 años comienza sus primeros pasos en la carrera diplomática, para la que pronto mostró grandes dotes gracias a su carácter abierto y dialogante. De hecho, el mundo diplomático sería su principal dedicación a lo largo de su vida, aunque las circunstancias le llevaron a ocupar cargos políticos de gran relevancia a los cuales nunca aspiró e incluso intentó rehusar. 

Fue así como se convirtió en Presidente del Gobierno (o su equivalente de entonces) en dos ocasiones. La primera, bajo la denominación de Secretario de Estado entre el 25 de diciembre de 1823 y el 11 de julio de 1824, durante la etapa absolutista de Fernando VII. La segunda, como Presidente del Consejo de Ministros, del 16 de diciembre de 1837 al 6 de septiembre de 1838, ya durante el reinado de Isabel II y la regencia de María Cristina. 

Sumando ambas etapas, ostentó la máxima responsabilidad del Gobierno 463 días (1 año y 98 días), un periodo que puede parecer corto según los estándares actuales pero que no lo es en absoluto si tenemos en cuenta la gran cantidad de gobiernos que se sucedieron en estos convulsos años del siglo XIX español. 

No fueron estos, sin embargo, los únicos cargos políticos que ocupó. En 1823 fue nombrado Ministro de Gracia y Justicia, y en 1832 Ministro de Fomento, un súper-ministerio que no existía hasta ese momento y bajo el que se agruparon competencias muy variadas: desde obras públicas hasta el comercio interior y exterior. También controlaba la administración general del Estado, la educación, los ayuntamientos, la policía y la seguridad ciudadana. 

El título de Conde de Ofalia, con el que se le conoció en toda Europa, no fue nunca privativo suyo, sino que lo ostentó como consorte de su segunda mujer, María Dolores de Salabert y Torres, hija del marqués de Torrecilla. Gracias a sus méritos como diplomático, en 1833 Fernando VII creó el título de marqués de Heredia (con Grandeza de España) a favor de Narciso, que sin embargo siguió utilizando públicamente el de conde de Ofalia, con el que se había hecho muy conocido a nivel internacional durante sus embajadas en Londres y París. 

Tras conocer la muerte de sus dos esposas y sus dos hijas, y con no pocos achaques de salud, el Conde de Ofalia murió en 1843 a los 68 años de edad. La suya es una historia de conciliación y servicio, la de un diplomático al que las circunstancias del país le llevaron a ocupar importantes cargos políticos que nunca deseó. Situado en el 'centro político' de su época (entre los carlistas y los liberales), su trayectoria pública vino marcada por cualidades muy ligadas a los rasgos de su propia personalidad. Su carácter dialogante y moderado, su desinterés personal, su patriotismo, su búsqueda del entendimiento y su fidelidad (al rey y a los intereses de España), le convierten en alguien digno de admiración, aunque lamentablemente muy desconocido todavía en el pueblo que le vio nacer.

José Rodríguez Polvillo
Publicado en la Revista de la Feria de Gines 2025

[1] Publicado en 1894. Incluía textos recopilados por el segundo marqués de Heredia, nieto de Ofalia. 
[2]  APG. Libro 5 de Bautismos. 
[3]  AHPSe. Protocolos de Gines. Leg. 21056.
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Es costumbre muy asentada en la Hermandad del Rocío de Gines que, durante las Eucaristías de la Solemne Novena a la Virgen y en la peregrinación de Pentecostés, suene la Marcha Real en el momento de alzar las sagradas especies. 

El origen de esta práctica en España cuenta ya con más de dos siglos y medio de tradición, y tenemos que buscarlo en los honores de Rey que las Ordenanzas Militares de Carlos III [1] otorgaban al Santísimo Sacramento. 

Dichas ordenanzas se aprobaron el 22 de octubre de 1768, estableciendo en su título primero, denominado «Honores Militares», que entre los honores a tributar al Santísimo «por la Infantería se presentarán las Armas, y batirá [2] la Marcha desde que se aviste, hasta que se pierda de ojo». Se establecía, por lo tanto, que ante Jesús Sacramentado se interpretase la misma composición que ante el propio monarca. 

Esta «Marcha» a la que se alude en las Ordenanzas de Carlos III se refería entonces a la que tradicionalmente se conoce como «Marcha Real Fusilera» [3], utilizada en esta época como «marcha de honor». Sin embargo, con los años la «fusilera» fue perdiendo su posición en favor de la «Marcha Real Granadera» (actual Himno Nacional), que sustituyó de manera oficial a la anterior por Real Orden de 5 de Setiembre de 1853. 

A lo largo del siglo XIX encontramos nuevas disposiciones que refrendan el uso de la marcha real (ahora ya la «granadera») como forma de rendir tributo al Santísimo. Así, una Real Orden circular de 5 de octubre de 1859 aclaraba el comportamiento que debían mantener las tropas en las iglesias, indicando que «las músicas y bandas han de sonar únicamente para tocar la marcha Real a la elevación de la Hostia y del Cáliz». 

Dicha indicación se vería ratificada años más tarde mediante una Real Orden de 21 de marzo de 1880, que corroboraba lo indicado por la de 1859 y señalaba que «las músicas y bandas militares se limiten a tocar únicamente la Marcha Real a la elevación de la Hostia y del Cáliz». 

Ya en el siglo XX también encontramos diversas normativas que recogen honores reales para el Santísimo. Así, por ejemplo, el Decreto de 24 de julio de 1943, por el que se aprueba el Reglamento de Actos y Honores Militares, indica en su artículo 36 que «Las bandas de cornetas, tambores y músicas; interpretarán el Himno Nacional mientras dure el acto de Alzar». Idéntica redacción presenta el Decreto 895, de 25 de abril de 1963, que actualizaba el reglamento anterior. 

En esta línea, mucho más recientemente, en 1984, el Real Decreto 834, de 11 de abril [4], por el que se aprueba un nuevo Reglamento de Honores Militares, establecía en su artículo 58 que «Al Santísimo Sacramento le serán tributados los honores militares de arma presentada e Himno Nacional (primera parte completa)». 

Tanto se extendió y tan habitual se hizo la tradición de hacer sonar la Marcha Real ante el Santísimo que este gesto piadoso podemos encontrarlo reflejado en varias obras literarias de renombre, como «Fortunata y Jacinta» (1887), de Benito Pérez Galdós, o «Los pazos de Ulloa» (1886), de Emilia Pardo Bazán, además de «Glorias de Sevilla» (1859), de Vicente Álvarez Miranda. 

Con el tiempo, lo que comenzó siendo la rendición de honores reales al Santísimo Sacramento por parte del estamento militar pasó por asimilación al ámbito civil, del mismo modo que se interpreta también la Marcha Real, por extensión, a las imágenes de Cristo y de la Virgen María en la entrada y salida de los cortejos procesionales, ampliándose así los honores reales a diversas manifestaciones de lo sagrado. 

Visto todo lo anterior, parece claro que la composición que nos ocupa se toca ante el Santísimo, y esto es lo fundamental, en calidad de Marcha Real, no de Himno Nacional, por lo que no cabe entender su interpretación a la luz de ninguna significación política, sino de reconocimiento de la más alta dignidad para quien es Rey de reyes. 

En este sentido, la realeza y majestad de Dios es un tema recurrente en las Sagradas Escrituras. Así, se le aplican los títulos de Rey de los siglos (Timoteo 1,17), Rey de Israel (Juan 1, 49), Rey de los Judíos (Mateo 27,11), Rey de Reyes (Daniel 2,37; Apocalipsis 17,14; Apocalipsis 19,16), Rey de las naciones (Apocalipsis 15,3) y Príncipe de los reyes de la Tierra (Apocalipsis 1,5). Lo encontramos incluso en la palabra del propio Cristo, cuando responde a Pilato: «Tú lo dices: soy rey». (Juan 18, 37). [5]

La interpretación de la Marcha Real en honor al Santísimo es, por lo tanto, una piadosa tradición con más de dos siglos y medio de historia en España, un tesoro con el que se rinden los más altos honores a Su Divina Majestad. 

José Rodríguez Polvillo
Publicado en el Anuario de la Hermandad del Rocío de Gines 2025


[1] «Ordenanzas de S.M. para el régimen, disciplina, subordinación y servicio de sus ejércitos» (1768). 

[2]  La RAE define «batir la marcha» como «tocar la marcha con el clarín o con la caja». 

[3] SANTODOMIGO MOLINA, Antonio. 2020. «La hermana olvidada de una trilogía para honores: La Macha real fusilera». Estudios bandísticos • Wind Band Studies 4: 213-35. 

[4] El nuevo Reglamento de Honores Militares aprobado por Real Decreto 684/2010, de 20 de mayo, dejó sin efecto el de 1984. Esta circunstancia no permite actualmente la rendición de honores al Santísimo por parte del personal militar, pero obviamente no limita los honores que puedan ser rendidos por parte de personal civil. 

[5] Sobre la realeza de Cristo, véase más ampliamente la Encíclica «Quas Primas», de Pío XI (1925).
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Entre los elementos simbólicos asociados a la Hermandad de Santiago Apóstol de Castilleja de la Cuesta, destaca de una manera singular la bandera blanca con cruz roja que recorre las calles de la localidad cada mañana de Domingo de Resurrección junto al Simpecado de Nuestra Señora de la Soledad entronizado en su carreta. 

Dicha bandera, que luce los colores asociados a la propia Hermandad, debe entenderse sin embargo como una pieza simbólica de mucho mayor calado que una simple divisa, emparentándose con imágenes recurrentes en la iconografía cristiana, sobre todo en lo referente a la Resurrección de Cristo, que la Hermandad celebra de una forma tan especial. 

En este sentido, podemos relacionar la bandera blanca y roja de la Hermandad de La Plaza con el lábaro de la Resurrección, un elemento de gran tradición en el arte cristiano que tiene en la hermandad santiaguista de Castilleja un eslabón más pleno de significado. 

En su origen, el lábaro era (así lo define la RAE) un estandarte romano, de modo que lleva asociado desde los inicios un doble componente que continúa presente en el uso actual del término: por un lado, una función de representación, y de otro, una simbología militar que lo une indefectiblemente al concepto de victoria. 

El 'salto' del lábaro al mundo cristiano hay que buscarlo en la célebre batalla del Ponte Milvio (28 de octubre del año 312), en Roma, cuando el (todavía pagano) emperador Constantino tiene una visión que iba a resultar de enorme trascendencia. Lo que vio nos lo cuenta Eusebio de Cesarea, contemporáneo del emperador, quien relata cómo Constantino le contó personalmente que «vio con sus propios ojos, en pleno cielo, superpuesto al sol, un trofeo en forma de cruz, construido a base de luz y al que estaba unido una inscripción que rezaba: con este signo vencerás» [1] (en latín, «in hoc signo vinces»). Otro cronista contemporáneo a los hechos, Lactancio, señala que Constantino incluso hizo grabar aquel 'signo vencedor' en los escudos de sus soldados [2]. 

Sólo unos meses más tarde, ya en 313, el propio Constantino y el también emperador Licinio firmaron el Edicto de Milán [3], que significó el cese de la persecución de los cristianos, paso previo a la futura adopción del cristianismo como religión oficial del imperio, que sucedería en 380, ya bajo el mandato de Teodosio I [4]. 


A partir de ahí, la iconografía cristiana acabaría asociando el lábaro (o estandarte) con la cruz [5] al momento de la Resurrección de Cristo, representación de su victoria sobre la muerte y el pecado. Con alguna leve discrepancia por parte de algunos artistas, lo cierto es que se acabaría imponiendo un modelo muy concreto en estas representaciones: una cruz roja sobre un fondo de tela blanco.

La lista de artistas que han seguido este modelo es tan interminable como del más altísimo nivel pictórico a lo largo de la Historia. Por nombrar sólo algunos, citemos las representaciones de la Resurrección realizadas por Andrea di Bartolo (1410), Fra Angelico (1442), Andrea Mantegna (1459), Piero della Francesca (1465), Boticelli (1490), Perugino (1499), Rafael (1502) Veronese (ca. 1560) o Juan Bautista Maino (1612), entre otros muchos. 

La correlación de los colores y su significado parece clara. Así, el blanco representaría la luz como oposición a la muerte y la oscuridad, vencidas ya por Cristo. Por su parte, la cruz en tonos rojos funcionaría a modo de reminiscencia de la sangre del Señor como fuente de la Salvación del mundo y la liberación del pecado. 

Las representaciones del lábaro con cruz roja sobre fondo blanco van, sin embargo, más allá de la propia iconografía de la Resurrección, pudiendo encontrarse también, de manera más puntual, en imágenes de Cristo en los infiernos, del Agnus Dei, de la Ascensión, de la Aparición de Cristo a María Magdalena e incluso de Cristo como Salvador del mundo. 

En esta línea iconográfica, de larguísima tradición en la Iglesia como acabamos de ver, es en la que hay que enmarcar la bandera blanca con cruz roja que la Hermandad de Santiago enarbola cada Domingo de Resurrección en 'La Vuelta'. Con ella decimos, llenos de alegría, que Cristo ha vencido a la muerte y que la suya será siempre una bandera de triunfo y salvación.

José Rodríguez Polvillo
Archivero de la Hermandad Sacramental de Santiago Apóstol

Publicado en el anuario 'De Santiago' (Marzo de 2025), de la Hermandad Sacramental de Santiago Apóstol de Castilleja de la Cuesta


[1] DE CESAREA, EUSEBIO: «Vida de Constantino». Libro I, Cap. 28. 

[2] LACTANCIO: «Sobre la muerte de los perseguidores». 

[3] Ambos emperadores indican textualmente en este documento legislativo que «hemos creído nuestro deber tratar (...) el respeto de la divinidad, a fin de conceder tanto a los cristianos como a todos los demás, facultad de seguir libremente la religión que cada cual quiera», señalando además que «hemos otorgado a los cristianos plena y libre facultad de practicar su religión». 

[4] Edicto de Tesalónica. 

[5] Inicialmente los cristianos fueron muy reticentes a identificarse a sí mismos con la cruz por su carácter infamante.
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Hace ahora 100 años, en 1924, un grupo de hermanos se propuso firmemente no dejar morir la que era y sigue siendo la institución más antigua de Gines, la Hermandad Sacramental, a la que sus siglos de historia habían ido restando vitalidad hasta llevarla a una situación realmente comprometida. 

Gines contaba por entonces con poco más de 1.100 habitantes y la Sacramental llevaba ya bastantes años atravesando una decadencia cada vez más manifiesta, con reuniones escasas y no pocas dificultades económicas. No se llegó en ningún momento, sin embargo, a la extinción, ya que los cargos de la Junta de Gobierno se seguían renovando y la cofradía se ponía en la calle la mayor parte de los años. 

El inicio del cambio en esta situación hay que buscarlo en febrero de 1923, cuando el maestro de escuela Manuel Canela se pone al frente de la Hermandad como Mayordomo Primero. La nueva Junta introdujo entonces algunas modificaciones, todavía leves, en el reglamento de la Hermandad, paso previo a la reforma integral que iba a producirse en los meses siguientes. 

El 2 de enero de 1924 la situación llegaría a un punto de inflexión que a la postre iba resultar fundamental en el devenir de la corporación. Ese día, la Junta al completo presentó su dimisión ante «la dificultad de seguir rigiendo la Hermandad en la forma que estaba y (...) por las razones de no poder cumplir la regla escrita que tenían y las muchas corruptelas que se habían introducido con el trascurso del tiempo». Se decidió nombrar entonces una «ponencia» (hoy lo llamaríamos gestora) «que actuara de Junta de Gobierno y al mismo tiempo recopilara la antigua Regla y las tradiciones sanas que se conservaban, con aquellas modificaciones que creyeran necesarias y útiles para mejor servir a Dios». 

Por votación secreta, se eligió para formar parte de esta comisión al ya citado Manuel Canela Fernández, además de a Eusebio Montiel Garrido, José Santiago Palomar y Cándido Cabrera Camino que, junto con el párroco, Juan Bautista Gago, se hicieron desde ese momento cargo de los enseres de la Hermandad y asumieron la tarea de redactar unas nuevas Reglas. 

Apenas unos días después, el 23 de enero, la «ponencia» aprobaba definitivamente el nuevo texto reglamentario, acordando solicitar la pertinente aprobación canónica. Palacio dio su visto bueno el 10 de marzo a través de un documento firmado por Jerónimo Armario y Rosado, Vicario General del Arzobispado. La noticia llegó a Gines el día 30 de ese mismo mes, comunicándose en cabildo a «los vecinos más caracterizados como piadosos de esta villa» el 11 de abril, Viernes de Dolores. 

Ese mismo día se inscribieron como hermanos protectores 5 personas y otras 23 como hermanos de número, entre ellos los propios integrantes de la «ponencia», que obviamente ya pertenecían a la Hermandad en la etapa anterior. Este curioso hecho parece evidenciar el interés de que, con el nuevo listado que se comienza en 1924, se quisiera llevar un registro de los hermanos que realmente querían pertenecer a la Hermandad en esta nueva etapa, de manera que los que ya lo eran y quisieron seguir tuvieron que registrarse de nuevo. 

El mismo 11 de abril se eligió una Junta de Gobierno de acuerdo ya con las nuevas Reglas, resultando elegidos los mismos integrantes de la «ponencia» junto a otros tres hermanos y con Eusebio Montiel Garrido como Mayordomo Primero. 

Las nuevas Reglas nombraban a la Hermandad como «del Santísimo Sacramento, Santa Vera Cruz y Nuestra Señora de los Dolores». Entre los cultos figuraban un Triduo Cuaresmal a modo de preparación pascual y un Septenario a la Virgen que terminaba, como ahora, el Viernes de Dolores. La estación de penitencia, que hasta entonces se realizaba el Jueves Santo, pasó a celebrarse el Viernes Santo, quedando para el jueves el sermón de la Institución, la comunión general y el lavatorio de pies, realizándose guardia por turnos ante el Monumento y, por la noche, el Sermón de la Pasión. 

El Viernes Santo la salida se hacía «a la puesta de sol». Al Cristo se le denomina todavía como «Señor de la Salud», nombre de larga tradición en la Hermandad, y se dice también que la cofradía «será de penitencia, en silencio, sin acompañamiento de música y no permanecerá en la calle más de dos horas». Además, se prohíben expresamente las pujas para sacar los pasos, que hasta entonces era lo habitual y, además, una importante fuente de ingresos. A partir de ahora los pasos serán dirigidos por los hermanos que designen los mayordomos, es decir, estamos ante el inicio de los capataces más o menos estables y oficiales. 

El itinerario era el que llama «el tradicional», es decir, que aquí no hay cambios con respecto a la Regla anterior. Era el siguiente: Plaza Divina Pastora (actual Plaza de España), calle Real, Santa Rosalía (actuales Blas Infante y Alcalde José Antonio Cabrera), Nuestra Señora de Belén (actual Conde de Ofalia) y Parroquia. El Domingo de Resurrección se celebraba una Misa solemne tras la que procesionaban el Santísimo Sacramento y Nuestra Señora de Belén con el recorrido inverso al del Viernes Santo. 

El listado de cultos se completaba con «Misas de Hermanos» (hoy diríamos, Misas de Hermandad) el 2 de febrero, Purificación de Nuestra Señora, «sacando en procesión por la Plaza la Virgen de Belén, patrona de esta villa»; el Domingo de Quinquagésima (anterior al Miércoles de Ceniza); las cuatro Dominicas de Cuaresma; el día del Corpus Christi; el Día de la Asunción y el día de la Santa Cruz. Además, en noviembre se hacía un funeral por los hermanos difuntos y se establecía que «la Hermandad procurará no se dejen de decir las Misas de Espectación [sic] y preparará el Portal para la Noche Buena». 

El desglose de las Reglas daría para varios artículos. Sólo apuntaremos ahora, sin embargo, un detalle más sobre la forma que se establecía para la elección de los cargos. Así, la Junta se renovaba cada año, pero por mitades, de manera que cada persona ejercía el cargo dos años. El procedimiento era el siguiente: la Junta proponía tres candidatos para cada cargo que quedaba vacante y se votaba en Cabildo General en la Domínica de la Santísima Trinidad (Domingo siguiente a Pentecostés). La votación era secreta y los salientes podían volver a ser elegidos si estaban en la terna. La toma de posesión era inmediata. 

Desde luego, la renovación de las Reglas y la reorganización de la Hermandad en 1924 supuso un auténtico revulsivo para dejar atrás la decadencia de los años anteriores. Prueba de ello es que, por ejemplo, en los meses y años siguientes se instalaba una tómbola durante los meses de verano, se realizaban rifas, se organizaban funciones de cine para recaudar fondos... Como dato, baste decir que en los cinco años anteriores a la reorganización se celebraron 3 cabildos, mientras que en los cinco posteriores sumaron un total de 47. 

Una nueva vitalidad corría ya por las venas de la Hermandad, que tras casi tocar fondo emprendía un nuevo camino que había de traerle hasta nuestros días. En recuerdo y homenaje a aquellos hermanos que no la dejaron morir, vaya desde aquí, un siglo después, nuestro agradecimiento eterno.

JOSÉ RODRÍGUEZ POLVILLO
Publicado en el Boletín Extraordinario con motivo
del Centenario de la Reorganización de la Hermandad Sacramental de Gines.

Este artículo es un extracto de la conferencia
del mismo autor 'Gines en 1924. Cien años de la Reorganización
de la Hermandad Sacramental', pronunciada el 20 de septiembre de 2024.
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La romería de Torrijos cuenta con una dilatada hemeroteca en la que queda reflejado a la perfección aquel aforismo que asegura que «el periodismo es el primer borrador de la Historia». Dentro de esta 'historiografía de urgencias' que tanto nos ayuda a conocer cómo eran las celebraciones torrijeras de antaño, nos detenemos en esta ocasión en una amplia crónica publicada por El Correo de Andalucía hace ahora casi 100 años. 

Fue el 11 de octubre de 1927, martes, cuando las páginas del diario fundado por el cardenal Spínola recogían en su portada una llamativa fotografía del traslado de la Virgen de la Estrella camino de la hacienda de Torrijos. A ambos lados de la carreta tirada por bueyes aparecen las autoridades de la época e incluso algunos pequeños, destacando especialmente el palio que en estos años cubría a la Virgen en sus salidas de octubre. 

Ya en páginas interiores, un redactor que no firma realiza un amplio relato de la jornada festiva, haciendo hincapié en «los infinitos devotos que en Sevilla tiene el venerado Cristo Atado a la Columna». El cronista recuerda cómo, «hasta hace unos años», los cultos y festejos habían entrado en decadencia, pero «hace menos de un lustro» [1] se constituyó una comisión, «de la que fue alma en los primeros días el popular sochantre de dicha parroquia don Raimundo Pabón», lo que sin duda había servido como nuevo impulso a estas celebraciones.

Del quinario iniciado en días previos, destaca el reportero el «magnífico coro (...) formado por cuarenta voces», obra del «joven párroco» Manuel Carmona Sabort. La noche anterior a la romería hubo «concierto musical por la banda, cine y bailes populares», comenzando el domingo con diana y misa del alba. Con la Virgen de la Estrella ya en su carreta, a las diez y media se ponía en marcha la comitiva, «en la que se veían numerosas carrozas y carretas, ómnibus y camiones adornados, amén de carros y jinetes llevando a las bellas muchachas de los pueblos del contorno a la grupa en dirección al Santuario». 

El pueblo lucía «exornado con muchos arcos de follaje, y con las casas preciosamente engalanadas». Al llegar a la hacienda, el cortejo fue recibido por el administrador del propietario, el marqués de Casa Mendaro, tras lo que comenzó la misa en la capilla, oficiada por «el respetable salesiano natural de Valencina don Manuel Mazo» [2]. 

Terminada ya la Eucaristía, «se organizó en la amplia explanada de la finca (...) el almuerzo al arrimo de las carretas, haciéndolo otros en las dependencias del caserío». La escena, señala el redactor, dejaba «el aspecto de una verdadera feria y un golpe de vista digno de los pinceles del maestro Bilbao» [3]. 

Mientras tanto, «la banda de música de Valencina amenizó la romería», que a las cinco y media de la tarde emprendía el regreso de la Virgen al templo parroquial, «siendo recibida en el pueblo con muchos vítores, cohetes y música». La crónica concluye dejando anotado el regreso a sus pueblos de los romeros de otras localidades, entre las que se cita a Santiponce, Salteras, Chucena, Olivares, Castilleja y la ciudad de Sevilla.

José Rodríguez Polvillo
Publicado en la revista 'Octubre' (Valencina de la Concepción) correspondiente al año 2024

[1] En 1923 se lleva por primera vez a Nuestra Señora de la Estrella a la hacienda de Torrijos como forma de revitalizar la romería. 

[2] Manuel Mazo Suárez nació en Valencina en 1862, falleciendo en Cádiz en 1934. 

[3] El célebre pintor Gonzalo Bilbao había pintado hacia 1915 una pintoresca escena titulada «A la romería de Torrijos».
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El pasado 28 de septiembre, la Asociación de Fieles de Nuestra Señora de los Reyes y San Fernando hizo entrega a Nuestra Señora de la Soledad de la Medalla de Oro de la Virgen de los Reyes, una distinción con la que se quería reconocer la trayectoria histórica y devocional de la Virgen de Castilleja, así como por las salidas previstas para el próximo año 2025 con motivo del XXVII Año Santo Jubilar de la Iglesia Católica y el LXXV aniversario de la Proclamación del Dogma de la Asunción. 

Con tal motivo, analizamos a continuación algunos aspectos sobre la vinculación de la Hermandad de Santiago Apóstol, Nuestra Señora de la Soledad y la Virgen de los Reyes, Patrona de la Archidiócesis. 

CULTOS A LA ASUNCIÓN DE LA VIRGEN MARÍA Y SALIDAS ROCESIONALES DE LA VIRGEN DE LA SOLEDAD "DE REYES" 
Los cultos con motivo de la Asunción de la Virgen María, cuyo dogma cumplirá en 2025 su 75 aniversario, cuentan con una larguísima tradición en la Hermandad Sacramental de Santiago Apóstol de Castilleja de la Cuesta, considerada una de las primeras corporaciones de toda Andalucía en celebrar dicho Misterio, varios siglos antes de su proclamación oficial. 

Así, ya en 1700 se realizaba «todos los cuartos domingos de cada mes una misa cantada a la Asunción de Nuestra Señora». En esta época, incluso se hacía habitualmente una procesión el 15 de agosto, tal y como se recoge en un informe realizado por el párroco en esta misma época, que indica que «Si el día quince de Agosto si hay procesión por las calles le toca al Beneficiado por sus derechos de vísperas y misa, sermón y teniendo de manifiesto al Santísimo y procesión». 

Estas celebraciones en torno a la Asunción de la Virgen se mantienen de manera ininterrumpida desde entonces, recogiéndose en las Reglas de 1721, en las de 1795 cuando se produce la fusión con la Hermandad de la Santa Vera Cruz de Santiago, en las de 1985, 2005, 2014 y hasta la actualidad. 

Sabemos que desde mediados del siglo XIX y hasta la primera década del XX, la Virgen de la Soledad procesionaba «de Reyes» por las calles de Castilleja, retomándose después durante unos años hasta el inicio de la Guerra Civil. 

En los años 50 del siglo XX está documentada la celebración, durante el mes de agosto, de una Octava en honor a la Virgen de los Reyes en la iglesia parroquial de Santiago, con Nuestra Señora de la Soledad ataviada bajo dicha advocación. 

Igualmente, en 1955 está recogida la salida procesional de María Santísima de la Soledad ataviada al modo de la Virgen de los Reyes el mismo 15 de agosto, con exorno floral de nardos. El día anterior se rezó un Santo Rosario por las calles de la localidad y a partir del día 16 se celebró una solemne octava. 

De nuevo se realizaron varias salidas «de Reyes» en la década de 1970. La última salida de este tipo de Nuestra Señora de la Soledad fue en el año 2000. 

SOLEDAD, «VIRGEN DE LOS REYES» CON MOTIVO DE LA EPIFANÍA 
Los cultos navideños organizados por la Hermandad Sacramental de Santiago Apóstol de Castilleja de la Cuesta finalizan cada año el 6 de enero con la Solemnidad de la Epifanía del Señor. 

Ese día, la parroquia se transforma. La Virgen de la Soledad abandona el portal en el que ha estado durante toda la Navidad y muestra a los tres Reyes Magos al Hijo de Dios que está en su regazo. Durante ese día la Virgen se encuentra en besamanos, presentándose más que nunca como «Virgen de los Reyes» en posición sedente y con la cercanía de los tres monarcas llegados desde Oriente. 

Este culto, de gran tradición en la Hermandad, aparece recogido en Reglas, realizándose anualmente en torno a una Función Solemne con Santa Misa. 

CORONA DE REYES 
Nuestra Señora de la Soledad posee una corona, realizada por el insigne orfebre Fernando Marmolejo, que sigue en buena medida el modelo de la que luce la Virgen de los Reyes en su procesión anual del 15 de agosto. 

En este sentido, en su ráfaga superior puede leerse el lema "SINE LABE CONCEPTA. REGINA REGUM", siguiéndose no sólo la literalidad de la inscripción original de la presea de la Patrona de Sevilla y su Archidiócesis, sino también su tipografía. 

Dicha corona la luce la imagen de María Santísima de la Soledad cada celebración de la Epifanía del Señor, portando en brazos al Divino Infante. 

EN EL PASO DE PALIO 
Cada Viernes Santo, el paso de palio de Nuestra Señora de la Soledad luce, en el entrecalle de la candelería y tras el llamador, una magnífica reproducción de orfebrería de Nuestra Señora de los Reyes en pequeño formato. 

Fue realizada en 1951 por el orfebre Fernando Marmolejo sobre una peana de plata, rematándose con este precioso detalle el bello conjunto del paso de palio de la Virgen de Castilleja. 

TÚ, LA REINA DEL CIELO 
La Realeza de María, tan patente en la advocación de la Virgen de los Reyes, lo está también de manera permanente en los cultos a Nuestra Señora de la Soledad. La mayor prueba de esta identificación plena que la Hermandad Sacramental de Santiago Apóstol realiza entre la Virgen María y su consideración como reina celestial es el lema adoptado con motivo de la Coronación Canónica de Nuestra Señora de la Soledad, en el año 2016, que no fue otro que ‘Tú, la Reina del Cielo’. 

El arraigo de la realeza mariana cuenta con honras raíces en la hermandad santiaguista de Castilleja, tomándose el citado lema de la Coronación de la letra de una de las coplas más populares de las que se canta en el Septenario de Nuestra Señora de la Soledad. 

EL CORO LITÚRGICO 'NUESTRA SEÑORA DE LA SOLEDAD', EN LA PROCESIÓN DE LA VIRGEN DE LOS REYES DE 2016 
El 15 de agosto de 2016, el Coro Litúrgico ‘Nuestra Señora de la Soledad’, perteneciente a la Hermandad Sacramental de Santiago Apóstol de Castilleja de la Cuesta, acompañó con sus voces a la Banda Sinfónica Municipal, encabezando la procesión de la Patrona de Sevilla y su Archidiócesis, la Virgen de los Reyes Ambas formaciones interpretaron un total de diez marchas de procesión con partes cantadas. Entre las marchas interpretadas pudieron oírse dos composiciones dedicadas a Nuestra Señora Virgen de la Soledad con motivo de su Coronación Canónica: "Reina del Cielo", de Manuel Marvizón, y el Himno a Nuestra Señora de la Soledad, de Víctor López. 

PROCESIÓN EN 2025 
Para el próximo año 2025, la Autoridad Eclesiástica ya ha dado su visto bueno a dos salidas procesionales de carácter especial (no extraordinarias, al estar recogidas en Reglas). 

Una de ellas será el 14 de agosto de dicho año 2025 con motivo del LXXV aniversario de la Proclamación del Dogma de la Asunción, de tanto arraigo en la Hermandad, como ya se ha dicho. 

JOSÉ RODRÍGUEZ POLVILLO
Archivero de la Hermandad Sacramental de Santiago Apóstol

Artículo publicado el 3 de octubre de 2024 en la web
de la Hermandad de Santiago Apóstol de Castilleja de la Cuesta 

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En el 'museo' permanente que estrenó Gines con el traslado del Ayuntamiento a la hacienda El Santo Ángel, pueden verse dos botellas (propiedad de Ignacio Montiel Hurtado) de un coñac llamado 'Imperial' fabricado por Liendo S.L. En esas mismas botellas se indica que la afamada Bodega Liendo había sido fundada en Gines en 1824, por lo que este año se cumplen dos siglos desde su creación. 

Por poner en contexto el tiempo transcurrido desde entonces, diremos únicamente que ese mismo año (1824) el ginense Narciso Heredia y Begines de los Ríos, más ampliamente conocido como Conde de Ofalia, era todavía Ministro de Estado con Fernando VII. 

Aunque el año de referencia del origen de las Bodegas Liendo es sin duda 1824, como se indica en sus botellas, lo cierto es que la primera documentación de la que disponemos al respecto es la referencia al arrendamiento que D. Pedro Liendo Cerro formaliza el 16 de julio de 1825 (con valor desde el día 5 anterior) de una hacienda en Gines por entonces denominada «de las Viñas». Su propietaria hasta ese momento era Dña. María Sánchez, natural de Chucena y viuda de Juan Gaviño. El arrendamiento quedó fijado por un periodo de tres años a razón de 10 reales diarios, siendo destacable que en ese momento carecía de actividad industrial, pues la propietaria la alquila «en consideración a no tener fondos ni caldos de alguna especie con que poder hacer el trapeo de vinos, vinagres y aguardientes». [1]

 Aquella hacienda de «las Viñas», que desde este momento comenzó a ser conocida como hacienda de Liendo, limitaba a su izquierda con una carnicería y a su derecha, es decir, subiendo la calle Real, con otra hacienda hoy desaparecida, la del Rosario y Santo Domingo, propiedad en esta época primero de D. Domingo Antonio Urruchi y después de D. Pedro Terán. 

La hacienda constaba por entonces de «caserío con viviendas, lagar con su viga, husillo y peso, veinte y nueve tinajas para cocer vino y balsas de aguardiente, varias de ellas empotradas, su atarazana, con sesenta y dos toneles, diez tinas para uvas, dos tinetas, carro para conducir las pipas, sonil de cobre, dos calderas (...), un corral o cercado a la espalda de dicha casa para desahogo con varias estacas de olivo...».

Pedro Liendo era natural de Allendelagua, perteneciente al municipio de Castro Urdiales, actualmente encuadrado en Cantabria, aunque históricamente perteneció a la provincia de Vizcaya en varios momentos. Sus padres fueron Diego de Liendo y Vicenta del Cerro, debiendo de llegar en estos años a nuestro pueblo junto a su hermano Manuel, quien se casó en 1836 con la ginense María Paula Cabrera Palomo y llegó a ser «alcalde constitucional» de Gines en 1841, habiendo ocupado antes (1837) el cargo de regidor. 

La llegada de los hermanos Pedro y Manuel Liendo a Gines no parece ni mucho menos un hecho aislado, sino que se incluye dentro de una amplia corriente migratoria desde Cantabria hacia Andalucía en el siglo XIX. También en este contexto debería incluirse la llegada a Gines de Francisco del Cerro, quien en 1814 había adquirido la hacienda de Santa Rosalía. También originario de Allendelagua, Francisco del Cerro fue muy probablemente familia de los citados Pedro y Manuel. 

Más que un arrendatario, Pedro Liendo se convirtió pronto en una inestimable ayuda económica para la propietaria de la hacienda, doña María Sánchez, que en su testamento de 1825 reconoce que debe al cántabro 2.067 reales «que me ha prestado para mis urgencias» [2]. Probablemente como consecuencia de esas necesidades económicas, la dueña fue vendiendo partes de la hacienda a Pedro Liendo en los meses siguientes. Así, en el mismo 1825 le vende una cuarta parte por valor de 23.750 reales, continuando en cualquier caso el arrendamiento ya indicado. 

Sólo unos meses más tarde, el 5 de junio de 1826, habiendo fallecido ya doña María Sánchez, sus tres hijos vivos (Juan, María e Isabel) venden por un total de 71.250 reales de vellón sus respectivas partes de la hacienda a Pedro Liendo, que se convierte así en propietario del total del edificio. 

Pedro Liendo estaba casado con María de las Nieves Sánchez, natural de Palma del Río (Córdoba). Fruto del matrimonio nacería en Gines en 1833 [3] Manuel Liendo Sánchez, quien sería bautizado en la parroquia Nuestra Señora de Belén el 2 de febrero de ese mismo año por Francisco Sánchez, religioso dominico del Convento de San Pablo de Sevilla. En los años siguientes nacieron sus dos hermanas: María Dolores (1837) y María del Rosario (1842), falleciendo don Pedro a los 61 años, el 13 de febrero de 1851. 

Andando el tiempo, la bodega pasaría a ser gestionada por Manuel Liendo Sánchez, quien se casó con Antonia Salazar Cano, natural de Bollullos del Condado, con la que tuvo dos hijos: Pedro Manuel (18 de junio de 1864) y María Dolores Liendo Salazar (1 de junio de 1867). Aunque propietario en Gines, Manuel Liendo aparece censado en Sevilla, primero en la calle Teodosio (1875) y después en la calle San Pablo (1895 y 1902). 

Ya viudo, en esta última dirección aparece como residente junto a su hija María Dolores y el marido de esta, Carlos María de la Lastra Romero de Tejada (1859-1939), con quien se había casado el 15 de abril de 1891 en la iglesia de la Magdalena de Sevilla. Aquel casamiento iba a entroncar a la familia Liendo con la nobleza sevillana, ya que Carlos de la Lastra era VI Marqués de Torrenueva y, entre 1914 y 1915, llegaría incluso a ser Alcalde de la capital hispalense. Además, fue dos veces diputado en Cortes, así como varias veces senador y presidente de la Real Academia de Bellas Artes de Santa Isabel de Hungría. A la muerte de Manuel Liendo, el 17 de febrero de 1922, el marqués de Torrenueva y su esposa se convertirían en los herederos de la hacienda de Liendo, que comenzó a ser conocida a partir de entonces por el título nobiliario de su nuevo propietario [4], quien continuó el negocio de la bodega. 

Ese mismo año de 1922 el pintor José María Labrador Arjona realizó un dibujo para la marca Liendo que quedó reflejado en un panel publicitario de azulejos elaborado por Cerámica Santa Ana en la década de 1940 y que todavía hoy se conserva en la fachada del bar Los Claveles, en la Plaza de los Terceros de Sevilla. 

Tal y como señaló Matías Payán en su día [5], la hacienda aparece inscrita por primera vez en el Registro de la Propiedad el 3 de febrero de 1923 con un valor de 20.000 pesetas y a nombre de Manuel Liendo, ya fallecido por entonces. La única heredera era su hija María Dolores. 

Fruto del matrimonio entre el marqués de Torrenueva y María Dolores Liendo había nacido el 4 de abril de 1892 Manuel de la Lastra y Liendo, quien sería marqués de la Fuensanta del Valle, Gentilhombre de Cámara de S.M. Alfonso XIII y Capitán de Complemento de Artillería, además de marqués de Benamejí por su matrimonio con María de la Concepción Castrillo de Sanjuán. De aquella unión, sellada el 28 de abril de 1913 en la iglesia de San Lorenzo de Sevilla, nacerían hasta 9 hijos. 

 Además de cofrade y teniente hermano mayor de la Hermandad de la Amargura de Sevilla, tuvo el marqués un gran interés en el mundo del arte, siendo autor del dibujo del famoso retablo cerámico (1918) situado en la fachada de la iglesia de San Juan de la Palma. De hecho, incluso fundó, junto al ceramista Manuel García Bermúdez, una fábrica de barros vidriados denominada La Bética. Con 47 años, Manuel de la Lastra falleció el 25 de abril de 1939, apenas unos meses antes que su padre, Carlos de la Lastra, quien dejó de existir el 29 de agosto del mismo año a la edad de 79. 

Los vinos de Liendo disfrutaron de una enorme fama durante muchos años, siendo exportados fuera de España y logrando incluso galardones a nivel internacional, como el alcanzado en la Exposición Universal de Filadelfia de 1876 «por su excelente Montilla seco y aromático» [6]. Hay constancia también de su participación de la Exposición Universal de Viena (1873) y en la de París (1878), además de la Iberoamericana de 1929 en Sevilla. A esta última corresponde la fotografía en la que vemos al rey D. Alfonso XIII posando junto al marqués de Torrenueva (a la derecha de la imagen) durante la visita del monarca al expositor de la Bodega Liendo en la muestra celebrada en la capital hispalense. 

En 1950 todavía seguían anunciándose en la prensa los vinos de Liendo, pero la bodega tuvo cerrar definitivamente en 1951. José Luis Montiel señala que «350 arrobas de vino fino y 6.000 de vino corriente fueron vendidas a Jerez» [7]. Se instalaron entonces unas industrias de tapones y de fibras de lino, pero no llegaron a prosperar. 

En 1962, Benito Villamarín, por entonces ya presidente del Real Betis (1955-1965), compró la hacienda a los hermanos Lastra Castrillo, instalando en ella un almacén de aderezo y envasado de aceitunas bajo el nombre Hermanos Villamarín Prieto S.A. 

En junio de 1985, tras estar a punto de ser derribada en gran parte en años anteriores para construir viviendas, la adquiere Juan de Dios Pareja-Obregón García, quien la restauró e hizo de ella su residencia hasta su muerte, en 2012. La segregación del caserío con respecto al resto de la hacienda permitió la construcción de viviendas en parte de lo que fueron sus límites originales, respetándose la parte más significativa del edificio. 

Actualmente, el Plan General de Ordenación Urbana (PGOU) protege la torre y el señorío de la hacienda con el grado de catalogación I, el máximo posible, al mismo nivel que otros edificios emblemáticos como la Parroquia, la Ermita de Santa Rosalía o la hacienda El Santo Ángel, entre otros. Tan significativo en el paisaje de Gines es el trazado de la hacienda de Liendo, que hasta el propio escudo de la localidad reproduce en su cuartel derecho su emblemática torre de prensa. 

En 2019, la familia Pareja-Obregón vendió el edificio a los emprendedores sevillanos Luis Gutiérrez y María de los Ángeles Cepillo, quienes han dado forma en la hacienda a 'La Vinacería', una propuesta de negocio que ha devuelto al lugar, en el 200 aniversario de la bodega de Liendo, su histórica vinculación con el mundo del vino.

JOSÉ RODRÍGUEZ POLVILLO
Publicado en la Revista de la Feria de Gines 2024


[1] AHPSE. Sección de Protocolos. Signatura 21.057. 

[2] Ibidem. 

[3] Archivo Parroquial de Gines (A.P.G.) Libro de Bautismos 7. 

[4] La calle donde se levanta la hacienda también se denominó Marqués de Torrenueva entre 1938 y 2009. 

[5] PAYÁN MELO, Matías: 'Rocío, Valvanera y Gines', en el boletín 'Rocío de Gines', número 57. Diciembre de 2010. 

[6] 'Expositores de España y sus provincias de Ultramar recompensados en la Exposición Universal de Filadelfia en 1876'. Barcelona. 1877. 

[7] MONTIEL HURTADO, José Luis: 'Memoria de Al-Xines'. Ayuntamiento de Gines. 2006.
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