Lo sabes muy bien. Las palabras guardan un secreto. Mientras nos hablan de cualquier otra cosa, lo ocultan, pudorosas, sin querer darse la importancia que merece quien sabe construir un mundo para que lo vivan los demás. Nadie lo conoce mejor que tú, que inventaste una vida repleta de libros para que nunca olvidemos que esas mismas palabras tienen el poder de pintar el aire con los colores de los recuerdos.
Por eso, precisamente por eso, nos propusimos no dejar de
nombrarte; porque decirte es tanto como hablar de ti con nosotros mismos, con
todo lo que nos dejaste mientras te sumabas a aquello que nos falta. Fue así
como tu Biblioteca se hizo más tuya que nunca, y no sólo porque hasta las
paredes hablen de ti, sino porque, para los que habitamos la melancolía, nada
está más presente que la ausencia.
En Gines, la Cultura tiene domicilio, y a esa casa la
nombramos como a ti. Puesto que tú regaste este árbol, tuya debe ser su
sombra...
Si el nombre invoca lo que somos para los demás, para la
mayoría de los nuestros el tuyo corre parejo a una sonrisa regalada como
bienvenida a un paraíso de anaqueles con olor a papel; una guía de terciopelo
capaz de leerte por dentro antes de indicarte el camino a lo que estabas
buscando incluso sin saberlo.
Para los que te vivimos de cerca, para los que nos empapamos
de ti, tu nombre sigue calando por dentro. Y lo hace con la misma calidez de
esos sonoros besos y esos abrazos tan largos que habías convertido en seña de
identidad. Hoy, se hacen más patentes todavía aquellas paradojas que entonces asumíamos
con cierta normalidad, como que esa aparente fragilidad fuera el mejor asidero
para los demás en tiempos de zozobra; que quien pasó tanto tiempo mirando al
abismo fuese capaz de enseñarnos como nadie a disfrutar de la vida; o que los
pasos titubeantes sean, al final, los que dejen mayor huella...
Tú, que tanto me has sufrido, atesorabas sin darte cuenta esa
sencillez natural que los demás sólo podemos impostar, esa que únicamente está
al alcance de las personas verdaderamente brillantes, las que hacen que el
resto nos sintamos mejores de lo que realmente somos.
Un libro es siempre una promesa de felicidad. Bajo tu nombre
nos esperan miles de ellos. Aguardan a que alguien encuentre en sus páginas un
recuerdo aún no vivido, una historia sentida con los ojos de otro. Quizá, una
como la tuya, como la que aquí apenas se esboza para que, como dijo el poeta,
el tiempo no se ponga amarillo. Ojalá haya sido capaz de contarte. Ojalá, cada
vez que crucemos esa puerta, sepamos recordar todo lo que evoca tu nombre...