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LA TINTA DE LA MEMORIA

José Rodríguez Polvillo

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La documentación histórica que se conserva en el Archivo Parroquial de Gines nos permite acercarnos, de manera somera pero bastante precisa, a los orígenes de la actual Hermandad del Rosario y Santa Rosalía, un proceso de fundación del que prácticamente nada se ha escrito hasta ahora.

Antes de adentrarnos en esta documentación relativa a la Hermandad, digamos que las cofradías del Rosario habían estado vinculadas casi desde sus inicios a la Orden de los Predicadores (Dominicos), que fomentó el asociacionismo laico rosariero en torno a sus conventos. Sin embargo,
  "a partir de la segunda mitad del siglo XVII comienzan a proliferar hermandades diocesanas (...) con instituto rosariano, sin vinculación alguna con la Orden de Predicadores debido fundamentalmente a la importancia del rosario en las misiones cuaresmales". [1]

A raíz de estas misiones y de las consiguientes predicaciones efectuadas en las parroquias por
  miembros de distintas órdenes religiosas, el Santo Rosario, que hasta entonces era una oración de carácter fundamentalmente personal, "pasa a convertirse en una plegaria comunitaria que se rezaba en voz alta y a coros en las iglesias y llegó a ser elemento principalísimo de las Misiones"[2], popularizándose de manera notable y derivando muy poco después en la creación de cofradías diocesanas.

En este contexto es en el que surge en 1675 la cofradía del Santísimo Rosario de Gines, nacida no por impulso directo de los dominicos, sino como resultado de una devoción rosariera cada vez más creciente, de manera especial en Sevilla y su zona de influencia.

Aunque lamentablemente no nos han llegado las Reglas fundaciones de la cofradía, sí contamos con varias referencias a ellas en las Reglas de 1725. Es ahí precisamente donde encontramos la fecha fundacional de la corporación, que damos a conocer ahora por primera vez y que fue el 2 de octubre de 1675. Así, las Reglas de 1725 aseguran textualmente recoger "
todas las condiciones y capítulos que contiene la regla hecha el año 1675 y admitida por esta Villa; aprobada y confirmada en todo y por todo por el señor D. Gregorio Bastán [3], provisor y vicario general de este Arzobispado de Sevilla en dos de octubre de 1675".

Fue, por lo tanto, ese 2 de octubre de 1675 cuando se aprueban oficialmente en Palacio las primitivas Reglas de la Cofradía del Santísimo Rosario. No parece que la fecha elegida por el Arzobispado fuese casual, ya que el 2 de octubre se celebra la festividad de los Ángeles Custodios [4]
 y, como es sabido, en las Letanías Lauretanas del Santo Rosario se nombra a la Virgen como "Reina de los Ángeles".

De aquella etapa fundacional nos han llegado algunos nombres. Así, sabemos que la primitiva corporación tuvo entre sus cargos a los "
Alcaldes Diego Payán y Cristóbal Casa, y mayordomos Francisco Payán y Luis Salvador", siendo "el primer cofrade el Doctor D. Diego Adame, cura de esta villa de Gines".

Tal fue la
'explosión' de la devoción rosariera en estos años en toda la provincia que hacia 1690 ya hay constancia de los primeros Rosarios públicos en la ciudad de Sevilla [5], los cuales continuaron realizándose después en distintos pueblos.

Siguiendo lo publicado el profesor Juan Prieto Gordillo, debemos entender que la Virgen del Rosario ya procesionaba en estos años por las calles de Gines, como demuestra el testamento de la vecina Isabel Rodríguez, que en 1704 estableció entre sus últimas voluntades que
"de lo que valiesen tres fanegas de trigo se de de limosna para ayudar a renovar las andas de nuestra Señora del Rosario". [6]

Lo cierto es que ese primer impulso de la cofradía de Gines debió reducirse notablemente en los años siguientes, quedando la corporación no extinta, pero sí, al menos, latente. Debió ocurrir algo similar en otros muchos lugares, ya que en la década de 1720-1730 se produce una nueva "
campaña misional en la provincia" que estaba "destinada a fundar nuevas cofradías o restaurar algunas de las ya establecidas, pero que habían caído en decadencia". [7]

De este cierto letargo de la cofradía queda constancia en un escrito de fray Tomás Jiménez de Cisneros, Lector de Teología del Colegio Mayor de Santo Tomás de la Orden de los Predicadores de Sevilla, quien indica que
"aunque desde el año 1708 hasta el presente de 1725 no consta haberse hecho mayordomos" en la cofradía del Santísimo Rosario de Gines, hace constar que "no se ha extinguido jamás". [8]

Es en este escenario cuando se produce, en 1725, la restauración de la cofradía, una iniciativa personal del hacendado D. Gregorio
Morillo y Somalo en su nombre y en el de toda su familia, citados del siguiente modo: "Yo, D. Gregorio Morillo y Somalo y Dña. Francisca Caballero mi mujer, Don Benito Morillo Somalo, D. Pedro Morillo Somalo, Dña. Ana Morillo Somalo, y Dña. María Morillo Somalo mis hijos: y juntamente D. Benito Caballero Morillo". Este último lo cita Morillo Somalo como "mi hermano", aunque en realidad era su cuñado, hermano de su mujer. Había sido D. Benito cura de Gines, si bien en este momento (1725) era "cura y beneficiado de la Parroquial de Nuestra Señora de la Oliva de la Villa de Salteras".

Todos los integrantes de la familia figuran, por lo tanto, como refundadores o restauradores de la corporación, indicándose que "
suscitamos, renovamos, reponemos y colocamos en nuestra Capilla de Nuestra Señora del Rosario en esta villa de Gines, la Cofradía del Santísimo Rosario para que esta reina soberana se venere perpetuamente en ella desde este año 1725". En ese año era cura de la Parroquia de Nuestra Señora de Belén D. Juan Caballero y Morillo, al que el refundador cita como "nuestro sobrino y pariente", lo que sin duda facilitaría muchos las gestiones para la recuperación de la cofradía.

La refundación o reorganización de la Hermandad puede interpretarse como una iniciativa piadosa de D. Gregorio Morillo Somalo ante una situación de enfermedad grave que padecía. Así, el 19 de agosto de 1725, ante el escribano Juan de las Cuevas, otorga a su mujer y a su cuñado un poder para testar en su nombre "
por cuanto la gravedad de mi enfermedad no me da lugar a hacer y ordenar mi testamento"[9]. En cualquier caso, no dejó pasar la oportunidad de indicar en el propio poder para testar que "señalo mi entierro en la Iglesia Parroquial de la Villa de Gines en la bóveda que tengo con mi capilla sita en dicha Iglesia".

Cabe recordar que Morillo Somalo había sido uno de los mayores donantes que hicieron posible la reconstrucción de la iglesia parroquial, que por estos años amenazaba ruina. Los trabajos comenzaron en 1708 y al año siguiente Morillo Somalo ofreció "
doscientos ducados por una vez, dándoseme en propiedad la Capilla de Nuestra Señora del Rosario que está en la nave colateral del Evangelio, con facultad de poder labrar en ella bóveda para mí y para mis herederos y sucesores". Igualmente, se comprometía a costear "un retablo nuevo decente porque no tenía ninguno y la santa Imagen de Nuestra Señora del Rosario está en un nicho en la pared". [10]

La capilla del Rosario le fue cedida finalmente el 19 de julio de 1710, finalizando las obras del templo parroquial en 1711. Morillo Somalo era en esta época Gobernador de la Villa. Años más tarde, en 1725, se convertiría también en restaurador de la cofradía del Santísimo Rosario, que había sido fundada, como hemos visto, aquel el 2 de octubre de 1675 para la historia de Gines.

Publicado por JOSÉ RODRÍGUEZ POLVILLO en el
 Anuario de la Hermandad del Rosario de Gines 2021


[1] ROMERO MENSAQUE, Carlos José: 'El modelo de Cofradía del Rosario en la época moderna. El caso de la diócesis hispalense'. En 'Archivo Dominicano'. Número 30. 2009.

[2] ROMERO MENSAQUE, Carlos José: 'Las misiones cuaresmales del padre Tirso González y la religiosidad sevillana del Barroco'. Incluido en ' Perfil del Aire. Revista del I.E.S. Luis Cernuda'. Número 4. 1997.

[3] En esta época, Gregorio Bastán y Arostegui dio su aprobación a otras Reglas de corporaciones sevillanas, como la Hiniesta, La Caridad, El Amor o Santa Marta.

[4] La festividad de Ángeles Custodios fue establecida por el Papa Clemente X en 1670.

[5] El primer 'Rosario público' documentado fue el 17 de junio de 1690 por parte de la Hermandad de la Virgen de la Alegría de la collación de San Bartolomé.

[6] PRIETO GORDILLO, Juan: 'Anécdotas y curiosidades del Templo de Nuestra Señora de Belén de Gines en el siglo XVIII'. En 'El Rosario'. Número 10. Hdad. del Rosario y Santa Rosalía de Gines. 2009.

[7] ROMERO MENSAQUE, Carlos José: 'El modelo...'.

[8] A.P.G. Libro de hermanos de la Cofradía del Santísimo Rosario de Gines. 1725-1786.

[9] A.H.P.S. Sección de Protocolos. Signatura 21.036.

[10] A.G.A.S. Sección Justicia. Legajo 10.033. S/f.

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Sobre el dintel de la puerta del almacén de la Iglesia Parroquial de Santiago Apóstol de Castilleja de la Cuesta puede verse un lienzo que podemos calificar, cuando menos, de curioso. Representa un santo poco conocido llamado San Bernardino Realino y es obra de un hijo del pueblo que, además de sacerdote de la Compañía de Jesús, fue también un pintor de buenas cualidades como copista de obras maestras: Manuel Oliver Perona.

Digamos someramente que San Bernardino Realino fue un sacerdote jesuita que vivió en los siglos XVI y XVII en Italia. Se cuenta que, a lo largo de su vida, la Virgen María se le apareció en dos ocasiones: la primera en 1564 para indicarle que se uniese a la Compañía de Jesús, y la segunda siendo ya sacerdote jesuita, cuando María le alargó sus brazos para entregarle por unos instantes al Niño Jesús. Canonizado en 1947 por Pío XII, su festividad se celebra el 2 de julio.

Iconográficamente, la composición de la obra de la parroquial santiaguista de Castilleja sigue el modelo más extendido de representación del santo, que se sitúa a la izquierda del cuadro con hábito jesuita y los brazos abiertos en actitud de acoger al Niño Jesús, como relata el milagro al que nos hemos referido. El Divino Infante ocupa la zona derecha de la obra y aparece sobre un montecillo de nubes. Al igual que en el modelo, la escena se desarrolla en el interior de una estancia, de la que podemos observar una de las esquinas al fondo de la pintura. La obra aparece firmada como "M. Oliver 1948", situando la realización de este lienzo justo un año después de la canonización del santo representado. 

Manuel Oliver Perona
Manuel Oliver Perona había nacido en Castilleja de la Cuesta el 9 de julio de 1903 [1] en la casa familiar de la calle General Venenc número 9 (actual calle Convento). Hijo de Manuel Oliver Caro y de Carmen Perona Estrada, fue bautizado 10 días después en la parroquial de Santiago Apóstol por el párroco Ramón Gálvez Díaz, recibiendo el nombre de Manuel de Jesús.

Entró en la Compañía de Jesús el día de su 20 cumpleaños 
[2] en el noviciado de Granada. Cursó humanidades en Aranjuez (1924-25) y en el colegio San Luis Gonzaga de El Puerto de Santa María (1925-26). Hizo después su magisterio (1927-1929) en el Colegio San Gabriel de Quito (Ecuador). Le siguieron dos años de filosofía en Granada (1930-31). La expulsión de España de la Compañía de Jesús mediante la Constitución Republicana de 1931 y la incautación de sus bienes por parte del Estado obligó a sus miembros (entre ellos nuestro vecino Manuel) a exiliarse en el extranjero, completando el tercer año de filosofía en el destierro de Marneffe, Bélgica (1931-32) [3]. Los cuatro años de teología los tuvo que cursar también fuera de España, concretamente en Innsbruck (Austria).

Ya de regreso, terminó su formación (1936-37) en La Guardia (Pontevedra). Más tarde enseñó alemán en el Colegio San Estanislao (1937-44) de Málaga, y hasta llegó a traducir en 1943 la novela 'Vacaciones', del teólogo y escritor austriaco Francisco X. Weiser 
[4]. Fue, además, profesor de griego en el Colegio de Villasís de Sevilla (1945-47) y en la Facultad Teológica de Granada.

Tras su ordenación sacerdotal, el periódico La Unión nos ofrece una amplia crónica de su primera misa cantada, que tuvo lugar en la parroquial de Santiago de Castilleja de la Cuesta en agosto de 1935 y que resultó multitudinaria, al igual que el recibimiento del nuevo sacerdote en las calles de su pueblo natal. El mismo diario destaca de Manuel Oliver su "afable trato y una cultura extraordinaria", haciendo hincapié en que "domina a la perfección varios idiomas" y en que "es un excelente artista pintor y un orador feliz y exquisito".

Otras obras suyas
Además de la que podemos admirar en la parroquial santiaguista de Castilleja, Manuel Oliver cuenta con dos obras en Bollullos par del Condado (Huelva). La primera es una Sagrada Cena que está situada en el muro izquierdo del presbiterio de la Parroquia de Santiago Apóstol, declarada Bien de Interés Cultural [5] junto a todos sus bienes muebles. Mide 200 x 310 cm. [6] y está fechada en 1949, tratándose de una copia (más grande que el original) de la obra homónima de Philippe de Champaigne en 1652 [7] y que puede verse en el Museo del Louvre. La temática escogida estaría en relación con su ubicación en el templo, reflejando en el propio presbiterio el momento de la instauración de la Eucaristía.

Sagrada Cena en la Parroquia de Santiago de Bollullos par del Condado, obra de Manuel Oliver.

La segunda obra se conserva en la Ermita de Nuestra Señora de las Mercedes, Patrona de la localidad, y recoge el momento de la Coronación Canónica de la Virgen, que tuvo lugar el 2 de julio de 1948 [8]. Se trató, sin duda, de un acontecimiento de primer nivel no sólo para Bollullos, sino para todo su entorno, ya que se convirtió en la segunda Imagen mariana coronada canónicamente en toda la provincia de Huelva tras la Virgen del Rocío.

En recuerdo de aquel día, ese mismo año Manuel Oliver pintó este lienzo conmemorativo, en el que se recoge
  la escena de la Coronación por parte del Obispo de Córdoba, Fray Albino González Menéndez-Reigada, ante una enorme multitud.

Coronación Canónica de Nuestra Señora de las Mercedes, en la Ermita de la Patrona
de Bollullos par del Condado, obra de Manuel Oliver.

La creación de estas dos obras para Bollullos par del Condado por parte del padre Manuel Oliver parece estar en estrecha relación con las figuras de los también sacerdotes jesuitas Mariano y Pedro María Ayala. Ambos fueron los grandes impulsores de la Coronación de la Patrona a través de innumerables gestiones en el Vaticano y, casi con toda seguridad, serían ellos mismos quienes encargasen el cuadro al padre Oliver, integrante de la Compañía de Jesús como ellos.

Ese vínculo con Bollullos par del Condado creado en 1948 continuaría al año siguiente con la otra obra citada, la Sagrada Cena de la Parroquia, que venía a enriquecer el patrimonio de un templo que había sufrido un incendio intencionado en 1936, perdiéndolo prácticamente todo.

Continuando con otras obras del padre Oliver, hemos podido localizar hasta tres pinturas suyas en el
colegio San Estanislao de Málaga, donde ya hemos visto que fue profesor. Se trata de 'Los niños de la concha'; 'El Buen Pastor'; y un 'San Juan Bautista Niño', todas ellas copias muy apreciables de las obras homónimas de Murillo y elaboradas hacia 1942, según información aportada por el propio centro.

San Juan Bautista Niño, en el colegio de San Estanislao de Málaga, obra de Manuel Oliver.

Los niños de la concha, en el colegio de San Estanislao de Málaga, obra de Manuel Oliver.

El Buen Pastor, en el colegio de San Estanislao de Málaga, obra de Manuel Oliver.

De esta etapa en el colegio San Estanislao cabe destacar, igualmente, que el padre Oliver fue el primer maestro de dibujo del pintor Félix Revello de Toro 
[9], entonces alumno del centro y que hoy cuenta con un museo propio en la ciudad malagueña.

También en Málaga, pero en este caso en la Iglesia del Sagrado Corazón de dicha ciudad, se encuentra un copia realizada por Manuel Oliver del San Francisco de Borja de Alonso Cano (1624) que puede verse en el Museo de Bellas Artes de Sevilla 
[10]. El lienzo se sitúa en el presbiterio, al lado izquierdo del altar mayor.

A falta de un estudio más detallado al respecto, apuntamos aquí la existencia de obras suyas también en la basílica
de San Juan de Ávila, en Montilla (Córdoba), así como en la antigua residencia de los jesuitas en Sevilla (situada en la calle Jesús del Gran Poder y actualmente cerrada).

Ya al final de su vida decidió abandonar la Compañía de Jesús, aunque en las fuentes consultadas existe discrepancia sobre la fecha exacta en la que lo hizo. Falleció en Málaga el 30 de julio de 1953 y el 7 de agosto de ese mismo año se celebró un funeral por su alma en la parroquial de Santiago en Castilleja.

Gracias a información facilitada por doña María José Polvillo, sobrina nieta de Manuel Oliver Perona, sabemos que el retrato de San Bernardino Realino estuvo durante muchos años en la cabecera de la cama de su abuela, doña Antonia Oliver Perona, hermana de nuestro biografiado. Al fallecimiento de ésta, dos de sus hijas, Carmen y Encarna Polvillo Oliver, donaron el cuadro a la Hermandad en torno a 1983-1984, fecha desde la que luce en la parroquial de Santiago de Castilleja de la Cuesta.

Publicado por JOSÉ RODRÍGUEZ POLVILLO en la web de la
Hermandad de Santiago de Castilleja de la Cuesta 
el 14 de julio de 2021.


[1] Archivo Parroquial de Castilleja de la Cuesta.

[2] Catálogo de la Provincia Bética de la Compañía de Jesús. Sevilla. 1925.

[3] SOTO ARTUÑEDO, Wenceslao: 'El colegio jesuita de San Estanislao en Málaga (1882-2007)'. Fundación Loyola. 2017.

[4] ibídem.

[5] BOJA número 162 de 17 de agosto de 2007.

[6] CARRASCO TERRIZA, Manuel Jesús: 'Ave verum Corpus: Cristo eucaristía en el arte onubense: exposición conmemorativa del cincuecentenario de la creación de la Diócesis de Huelva: 7 de octubre a 7 de diciembre de 2004, Museo Provincial Huelva'. Obra Social y Cultural CajaSur. 2004.

[7] GONZÁLEZ GÓMEZ, Juan Miguel: 'Catálogo monumental de la provincia de Huelva. Tomo I'. Universidad de Huelva. 1999.

[8] DIÁNEZ ASUERO, Francisco Javier y PÉREZ DÍAZ, Juan Ignacio: 'Nuestra Señora de las Mercedes. Historia de su Hermandad. Principales acontecimientos a través de su existencia, hechos y milagros'. Huelva. 2000.

[9] La Opinión de Málaga: 'Revello de Toro: una biografía inacabada', por María Jesús Pérez Ortiz. 11 de julio de 2011.

[10]  GARCÍA GUTIÉRREZ, Fernando: 'Iconografía de San Francisco de Borja en España'. En 'Temas de estética y arte número 24'. 2010.

FOTOS: Manuel Pablo Rodríguez Rodríguez, Juan Ignacio Pérez Díaz y Alberto Rodríguez Mora.

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Lo sabes muy bien. Las palabras guardan un secreto. Mientras nos hablan de cualquier otra cosa, lo ocultan, pudorosas, sin querer darse la importancia que merece quien sabe construir un mundo para que lo vivan los demás. Nadie lo conoce mejor que tú, que inventaste una vida repleta de libros para que nunca olvidemos que esas mismas palabras tienen el poder de pintar el aire con los colores de los recuerdos.

Por eso, precisamente por eso, nos propusimos no dejar de nombrarte; porque decirte es tanto como hablar de ti con nosotros mismos, con todo lo que nos dejaste mientras te sumabas a aquello que nos falta. Fue así como tu Biblioteca se hizo más tuya que nunca, y no sólo porque hasta las paredes hablen de ti, sino porque, para los que habitamos la melancolía, nada está más presente que la ausencia.

En Gines, la Cultura tiene domicilio, y a esa casa la nombramos como a ti. Puesto que tú regaste este árbol, tuya debe ser su sombra...

Si el nombre invoca lo que somos para los demás, para la mayoría de los nuestros el tuyo corre parejo a una sonrisa regalada como bienvenida a un paraíso de anaqueles con olor a papel; una guía de terciopelo capaz de leerte por dentro antes de indicarte el camino a lo que estabas buscando incluso sin saberlo.

Para los que te vivimos de cerca, para los que nos empapamos de ti, tu nombre sigue calando por dentro. Y lo hace con la misma calidez de esos sonoros besos y esos abrazos tan largos que habías convertido en seña de identidad. Hoy, se hacen más patentes todavía aquellas paradojas que entonces asumíamos con cierta normalidad, como que esa aparente fragilidad fuera el mejor asidero para los demás en tiempos de zozobra; que quien pasó tanto tiempo mirando al abismo fuese capaz de enseñarnos como nadie a disfrutar de la vida; o que los pasos titubeantes sean, al final, los que dejen mayor huella...

Tú, que tanto me has sufrido, atesorabas sin darte cuenta esa sencillez natural que los demás sólo podemos impostar, esa que únicamente está al alcance de las personas verdaderamente brillantes, las que hacen que el resto nos sintamos mejores de lo que realmente somos.

Un libro es siempre una promesa de felicidad. Bajo tu nombre nos esperan miles de ellos. Aguardan a que alguien encuentre en sus páginas un recuerdo aún no vivido, una historia sentida con los ojos de otro. Quizá, una como la tuya, como la que aquí apenas se esboza para que, como dijo el poeta, el tiempo no se ponga amarillo. Ojalá haya sido capaz de contarte. Ojalá, cada vez que crucemos esa puerta, sepamos recordar todo lo que evoca tu nombre...


Publicado por JOSÉ RODRÍGUEZ POLVILLO
en la Revista de Feria de Gines 2021

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Ocurre a menudo que las palabras sencillas son las que más verdad esconden. A veces pasan desapercibidas y, de tanto usarlas, la costumbre apenas nos deja oírlas, pero en ellas se guarda, no lo duden, lo verdaderamente auténtico, la verdad sin pretensiones.

Esta es una historia de Fe, Hermandad y Esperanza, una historia en la que, sin darnos cuenta, ha tomado forma una manera propia de hacer camino, unas señas de identidad ligadas para siempre a Ti, Rocío, y tejidas entre nosotros a partes iguales a base de devoción y amistad. Se cumple ahora una década de un caminar que no acaba cada año al llegar a la Aldea, ni tampoco con el regreso a Gines... Esta familia rociera sigue uniendo sus pasos más allá del reclamo de la primavera, y ya van 10 años en los que no sólo nos reunimos para emprender juntos el camino, sino que apenas con mirarnos entre nosotros, en cualquier época del año, Ella se hace presente.

En estos 10 años el camino ha sabido probarnos como lo hace la vida. Ha habido momentos duros, inmensamente duros, pero sobre todo ha sido un gran regalo para todos nosotros. Y lo es porque, mientras te buscábamos, Rocío, te encontrábamos en la generosidad de otras manos, en la cercanía de otra mirada, en el aliento de otras palabras... No diremos que no costó, ni que fue fácil, pero sí que, estamos convencidos, no
  lo hubiéramos logrado sin tu ayuda.

Desde el más veterano hasta los más pequeños, que entre nosotros son legión. De todos ellos hemos aprendido a quererte. Desde el paso experto de una medalla oscurecida hasta el que ni siquiera sabe andar todavía. De quien nos habla de aquellos caminos de antes hasta quien apenas balbucea tu nombre. Cada uno a su manera ha logrado que su forma de quererte sea también la de todos nosotros, y que este grupo sume año tras año un nuevo capítulo al servicio siempre de la Hermandad.

Por eso no exagero si les llamo familia, no, porque compartimos Madre y Padre, y hasta el relente del camino es menos frío si nos sabemos bajo su manto. Porque en los ojos de nuestros niños, correteando en medio de una 'pará', hemos visto el reflejo del Pastorcito.

Los sentimientos no necesitan un lenguaje distinto, sino simplemente un lenguaje que sea verdadero. Por eso sobran las palabras para decir que somos, sobre todo, AMIGOS y ROCIEROS.

Publicado en el Anuario de la Hermandad del Rocío de Gines 2020 
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Aunque a simple vista pudieran parecer inamovibles, lo cierto es que los cultos de una hermandad reflejan a lo largo de la Historia numerosos cambios que nos hablan sobre la evolución de las corporaciones y las devociones que las sustentan.

Para observar estos cambios, sólo tenemos que acudir a los documentos históricos que nos cuentan celebraciones en muchos casos desaparecidas y, en otros tantos, claramente diferentes a las actuales.

El que posiblemente sea el documento más importante del archivo histórico de la Hermandad Sacramental de Gines es un escrito de más de 100 páginas que no destaca precisamente por su antigüedad, sino por acercarnos a la forma en la que se celebraban los cultos y las fiestas de la corporación crucera en tiempos pasados. Se trata de las Reglas de la "Santa Cofradía de la Vera Cruz" de 1844. A pesar de estar datadas en una fecha relativamente reciente, a mediados del siglo XIX, lo verdaderamente interesante es que actúan como una verdadera recopilación normativa de la Hermandad a lo largo de los siglos, reproduciendo las reglas fundacionales, del siglo XVI, e incorporando también resúmenes de
acuerdos de Cabildo que, previa aprobación por la autoridad eclesiástica, se convertían en nuevos capítulos de la propia Regla.

Se nombra en primer lugar "la fiesta principal de la invención [1]
 de la Cruz", que debía celebrarse "el segundo día de mayo a vísperas y el tercero a misa mayor con toda la cera y cofrades", para lo que los mayordomos debían "ataviar la iglesia muy honradamente". Era, por lo tanto, una de las celebraciones más importantes del año, como demuestra que la no asistencia de algún hermano a estos cultos le obligaba a pagar "media libra de cera".

También lo eran, por supuesto, los cultos en torno a la Semana Santa. La salida procesional, sin embargo, no era como actualmente en la tarde del Viernes Santo, sino que las reglas ordenaban una "procesión de disciplina el Jueves Santo en la noche con todos sus hermanos sin excusar a ninguno". Por falta de espacio, dejaremos los detalles de esta interesantísima procesión para otro momento. Únicamente diremos que la pena para los hermanos que no participaran en la misma ascendía hasta los dos ducados.

Los cultos de Semana Santa se completaban con la "obligación de hacer procesión la mañana de la resurrección con la mayor solemnidad que se pudiere", sin indicarse más detalles sobre la misma.


Otra de las celebraciones destacadas de la cofradía era el Corpus, "para las cuales fiestas sobre dichas puedan llevar un crucifijo toda la cera que tuviere nuestra cofradía", teniendo que pagar media libra de cera el hermano que no acudiera, no contemplándose para ello "ninguna excusa". Sabemos, sin embargo, que la situación económica no siempre permitía celebrar estos cultos como era menester. Así, está documentado que en 1702 el Conde de Fontanar, señor de Gines, constata que "en esta Villa no se hace la fiesta del Corpus por falta de medios", por lo que él mismo decide aportar el dinero necesario para su celebración.

Las actuales Misas de Hermandad parecen tener su precedente en las misas cantadas que se celebraban el primer domingo de cada mes, "pues los fundadores de esta santa cofradía lo instituyeron y ordenaron, y las tres pascuas del año por las ánimas de los difuntos". Con el tiempo, probablemente fueron sustituidas por las llamadas "misas del Santísimo Sacramento", que tenían lugar el tercer domingo del mes, incluyendo procesión claustral por el interior del templo.

En cuanto a la festividad de la Presentación del Niño Jesús al Templo (Candelaria), debemos decir que en 1699 la Hermandad acuerda hacerse cargo de este culto popular, conocido entonces como el "día de la purificación de Nuestra Señora" [2]
. Hasta ese momento, "cada año había devotos que pagaban la fiesta y ponían la ofrenda de dos pichones", pero "ya no hay quien tenga esta devoción por la mucha pobreza", lo que obligó a la Hermandad a asumir los "ocho reales vellón que se pagan por la misa y procesión, y se haga la ofrenda de los pichones a costa de la dicha cofradía".

Especialmente llamativa nos parece hoy la obligación de "hacer fiesta a la Virgen y mártir Santa Catalina el primer domingo después de su día que es a 25 de noviembre". No eran éstas, sin embargo, unas celebraciones menores, como demuestra que debían hacerse "el sábado en la tarde vísperas y el día misa y a la tarde del domingo consiguiente, una vigilia y el lunes misa de réquiem por aniversario de los hermanos difuntos de esta cofradía". Muy probablemente, estos cultos estaban vinculados con el lienzo que existe en la Parroquia dedicado al Entierro de Santa Catalina de Alejandría, copia del pintado por Zurbarán en 1636 [3]
. Todo hace indicar que estos cultos decaerían en la forma citada, conservándose únicamente en la actualidad la misa de hermandad por los hermanos difuntos en el mes de noviembre.

No como culto fundacional, sido adquirido en el siglo XVIII, encontramos la "misa cantada el día siete de septiembre [4] 
a la Gloriosa Virgen Santa Rosalía". La advocación de la Santa de Palermo estuvo desde su origen en Gines vinculada a la cofradía de la Vera Cruz, que le daba culto "con su responso doble y repique por un tributo de veinte y cuatro reales que dio D. Juan José del Castillo [5] sobre dos aranzadas y media de tierra, al pago de los linares con las condiciones de la escritura de donación que pasó ante Juan de las Cuevas en 20 de noviembre de 1715".

Otros cultos recogidos en regla eran la "fiesta de Nuestra Señora de agosto con toda solemnidad, vísperas y el día de Nuestra Señora misa y sermón del día"; también la "fiesta a la natividad de Nuestra Señora a ocho de septiembre, vísperas y procesión con la mayor solemnidad que se pudiere", y el día de la "Purísima Concepción ocho de diciembre sin vísperas", siendo la pena por no acudir a este último de dos reales de vellón.

Digamos para concluir que, a la fecha del documento (1844), no consta ninguna referencia a una celebración tan asentada hoy día como es la novena de Jornaditas, que debió aparecer en el calendario de cultos de la Hermandad en fecha posterior.

Publicado por JOSÉ RODRÍGUEZ POLVILLO en el
Anuario de la Hermandad Sacramental de Gines 2021 


[1] El término 'invención' hace referencia aquí a la etimología latina de la palabra, con el significado de 'descubrimiento'. La festividad hace alusión así al hallazgo por parte de Santa Elena de la verdadera Cruz de Cristo.

[2] Hasta el Concilio Vaticano II se celebraba como una fiesta eminentemente mariana.

[3] El original está actualmente en el Museo Nelson-Atkins, en Kansas City (Estados Unidos).

[4] Originalmente, la Iglesia celebraba la festividad de Santa Rosalía el 7 de septiembre, no el día 4 como se hace actualmente.

[5] El Escribano Real y Gobernador de la Villa D. Juan José del Castillo y de la Barrera fue hermano de la Vera Cruz de Gines, en la que ocupó diversos cargos.

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En el siglo IX, con el hallazgo de la tumba de Santiago el Mayor en Galicia, el apóstol comenzó a ser reconocido por los reyes de la Reconquista como Patrón de España. Su figura iría ganando cada vez más peso en aquel contexto de reafirmación religiosa frente al Islam, una circunstancia que no menguaría tras la completa recuperación de la península para el cristianismo. En el XVI, el hijo de Zebedeo era ya, sin duda, una de las devociones más extendidas de un Imperio que crecía por momentos, llevando consigo su civilización y, por supuesto, también su fe.

Uno de los hombres que más hizo en ese sentido fue Hernán Cortés, cuya devoción a Santiago Apóstol abordaremos en las siguientes líneas siguiendo para ello los testimonios de hasta cuatro cronistas contemporáneos suyos, además de los testimonios dejamos por el propio capitán general de Nueva España.

Siguiendo las huellas de Cortés, vemos que su vinculación con el apóstol Santiago comienzan ya en los primeros años de su vida pública. Así, un aspecto poco conocido de su biografía es que fue Alcalde en dos ocasiones, ambas en tierras americanas, donde había llegado con sólo 19 años, en 1504. Lo más llamativo, sin embargo, es que las dos ciudades de las que fue primer edil llevan por nombre "Santiago", lo que prueba que, ya desde estos primeros momentos de su estancia en América, el Santo Patrón estaba muy presente en su vida.

De este modo, en 1511 forma parte de la expedición a Cuba liderada por Diego Velázquez de Cuéllar, quien funda en la isla la ciudad de Santiago de Baracoa, nombrando Alcalde de la misma a Hernán Cortés. Años más tarde, la operación se repetiría con los mismos protagonistas. Velázquez funda en esta ocasión la ciudad de Santiago de Cuba en 1515, nombrando desde ese momento a Cortés como su primer Alcalde.

Son numerosas las fuentes de la propia época de Cortés que nos hablan de su devoción a Santiago. Es el caso de uno de los propios participantes en las expediciones cortesianas, Bernal Díaz del Castillo, quien nos dice que Cortés
 "tenía por su muy abogada a la Virgen María, nuestra señora, la cual todos los fieles cristianos la debemos tener por nuestra intercesora e abogada; e también tenía a señor San Pedro, a Santiago e a señor San Juan Bautista" [1].

En aquella época, era habitual encomendarse a Santiago en las situaciones más comprometidas. Fue el caso de lo ocurrido en la Batalla de Centla, la primera de la conquista de México, en la que Díaz del Castillo relata que "entretanto que Cortés estaba en esto, todos nosotros, ansí capitanes como soldados, fuimos sobre ellos, nombrando a Señor Santiago; y les hecimos retraer…".

Muy similar fue la respuesta de los españoles durante el enfrentamiento con los tlaxcaltecas antes de la alianza de Cortés con dicho pueblo. Tras comprobar que el acuerdo que había intentado con ellos era imposible en ese momento, Cortés decidió atacar encomendándose al santo. Lo recoge así el ya citado Díaz del Castillo: 
"... y nos daban tanta guerra, que no les podíamos sufrir. Entonces dijo Cortés: "¡Santiago, y a ellos!". Y de hecho arremetimos de manera que les matamos y herimos muchas de sus gentes con los tiros, y entre ellos, tres capitanes".

Tal era la devoción santiaguista de aquellos hombres, que acordaron darle gracias al Santo Patrón edificando en Tlatelolco un templo en su honor, sobre el que volveremos más adelante. Por ahora apuntaremos únicamente cómo surgió la idea, siguiendo para ello de nuevo a Díaz del Castillo:
 "ganamos aquella fuerte y gran ciudad y se repartieron los solares, que luego propusimos que en aquel gran cu [2] habíamos de hacer la iglesia de nuestro patrón e guiador señor Santiago, e cupo mucha parte de solar del alto cu para el solar de la santa iglesia".

Siguiendo con los cronistas de la época, también Francisco Cervantes de Salazar recoge referencias a la devoción santiaguista de Cortés. En la célebre batalla de Otumba, el capitán general se dirige a sus hombres diciendo: 
"Pidamos el favor a Dios; ésta es su causa, éste es su negocio, por Él hemos de pelear. (...) Encomendémonos a la Virgen María, Madre suya; sea nuestra intercesora; favorézcanos mi ahogado Sant Pedro y el Patrón de las Españas Sanctiago" [3].

Sobre la misma batalla se refiere también el ya citado Díaz del Castillo, indicando que "después de nos encomendar a Dios y a Santa María muy de corazón, e invocando el nombre de señor Santiago, desque vimos que nos comenzaban a cercar". La ayuda de Santiago se sintió entonces más cerca que nunca, porque "los soldados poníamos grande ánimo para pelear; y esto, nuestro señor Jesucristo y nuestra señora la virgen Santa María nos lo ponía, y señor Santiago, que ciertamente nos ayudaba".

Años más tarde (1684), el escritor e historiador Antonio de Solís relataba también la arenga de Cortés a sus tropas en dicha batalla: 
"... y hallándolos más cerca de la ira que de la turbación, «llegó el caso, dijo, de morir o vencer: la causa de nuestro Dios milita por nosotros». Y no pudo proseguir, porque los mismos soldados le interrumpieron clamando por la orden de acometer, con que sólo se detuvo en prevenirlos de algunas advertencias que pedía la ocasión; y apellidando, como solía, unas veces a Santiago y otras a San Pedro, avanzó prolongada la frente del escuadrón" [4].

Otro cronista contemporáneo de Cortés, López de Gomara, se refiere también en varias ocasiones a la predilección del capitán por Santiago, como indica, por ejemplo, en el siguiente pasaje: 
"avisó Cortés a los españoles que estaban puestos en celada, y él embrazó su rodela, y llamando á Dios, a Santiago y a San Pedro su abogado, arremetió al lugar con los españoles que allí estaban"  [5].

Con motivo de la batalla de Centla, el mismo cronista recoge también el relato de varios de los hombres de Cortés, que aseguraron ver al Apóstol Santiago ayudándoles en la batalla, señalando que 
"no pocas gracias dieron nuestros españoles cuando se vieron libres de las flechas y muchedumbres de indios, con quien habían peleado, a nuestro Señor, que milagrosamente los quiso librar; y todos dijeron que vieron por tres veces al del caballo rucio picado pelear en su favor contra los indios, según arriba queda dicho; y que era Santiago nuestro patrón".

Incluso el propio Hernán Cortés, en su tercera 'Carta de Relación', dirigida a Carlos V en 1522, alude en varias ocasiones a cómo la devoción a Santiago estaba presente de manera continua entre los expedicionarios, que le invocaban asiduamente y se encomendaban al santo en los trances más difíciles. Sirvan como ejemplo las siguientes citas del texto escrito por el propio Cortés:

"... y que como los enemigos pasasen, pensando que todos íbamos juntos adelante, en oyéndome el apellido 
[6] del señor Santiago, saliesen y les diesen por las espaldas".

"Como esto vio el dicho alguacil mayor y los españoles, determinaron de morir o subirles Por fuerza a lo alto del pueblo, y con el apellido de señor Santiago, comenzaron a subir".

"
Y como vimos pasar ya algunos, yo apellidé en nombre del apóstol Santiago, y dimos en ellos muy reciamente".

"... y con el apellido del Señor Santiago, damos de súbito sobre ellos, y vamos por la plaza adelante alanceando y derrocando y atajando muchos"
.

La devoción a Santiago de Hernán Cortés también quedaría patente en varias de sus fundaciones en América, a las que dio el nombre del apóstol. Así, el cronista novohispano Domingo Francisco Chimalpahin Quauhtlehuanitzin
[7] cuenta que Cortés prometió dedicar una iglesia al Santo Patrón si el pueblo chalca no le hacía la guerra. Al no producirse dicho enfrentamiento, una vez terminada la conquista mandó levantar el templo. Así fue como se erigió la Catedral de Santiago Apóstol en Chalco, que se terminó de edificar años después de la muerte del propio Cortés.

No fue ésta la única fundación cortesiana en nombre del apóstol. Ahí está la Iglesia de Santiago en Tlatelolco, mandada a construir por Cortés tras la conquista de Tenochtitlan e inaugurada en 1527, quedando a cargo de los franciscanos
[8]; o la actual Ermita del Rosario en La Antigua, considerado el primer templo católico de la América continental, fundado inicialmente (1523) con el nombre de Santiago Apóstol por mandato de Cortés.

En el Archivo Histórico Nacional [9] se conserva la documentación relativa a las pruebas para la concesión del Título de Caballero de la Orden de Santiago a Hernán Cortés, una dignidad que solicitó en 1525. El expediente, que firma Diego González de Carvajal (Caballero y administrador de la orden de santiaguista), se refiere a Cortés señalando "que su propósito e voluntad es ser en la dicha orden por devoción que tiene al bienaventurado apóstol Señor Santiago, suplicándome lo mandase admitir e darle el ábito e ynsinia de la dicha horden".

Al inicio del expediente se lee claramente "Aprobadas", de donde deducimos que Cortés fue finalmente admitido en la orden, cumpliéndose así el compromiso del Emperador. En este sentido, el cronista Antonio de Herrera y Tordesillas [10] realiza algunos años más tarde un compendio en el que recoge informaciones de diferentes crónicas contemporáneas a Cortés ahora lamentablemente desaparecidas. En su escrito, Herrera indica que Carlos V "acatando sus servicios le hacía Adelantado de la Nueva-España, y le daba título de Don, y que así le escribiría luego en sus cartas, y por la devoción que tenía al bienaventurado apóstol Santiago le daría el hábito de su sagrada Orden".

Sea como fuere, lo que sí queda fuera de toda duda es su devoción al Santo Patrón, como refiere el propio capitán al solicitar su ingreso, que poco después, en 1529, pediría también para su hijo Martín.

Distinguido con el hábito de la Orden de Santiago como hemos visto, la fuerte vinculación cortesiana con la devoción santiaguista ha quedado reflejada ampliamente en la cultura popular, especialmente gracias a dos de sus retratos.

El primero de ellos es un óleo sobre tabla pintado por Joaquín Cortés en 1813 y que pertenece al Archivo de Indias. Enmarcado en un óvalo bajo el que puede leerse el nombre del conquistador, vemos la efigie de Cortés, sobre cuyo pecho izquierdo aparece la parte superior de la Cruz de Santiago.

El Ayuntamiento de Medellín (su lugar de nacimiento) conserva otro retrato del conquistador elaborado en 1957 por el pintor Juan Aparicio Quintana
[11]. Todo hace indicar que siguió para ello una fotografía de un cuadro anterior que se encontraba en el mismo lugar y al que se le perdió la pista durante la Guerra Civil. Este lienzo original había sido fotografiado por J. Ramón Mélida Alinari hacia 1910, y en él vemos a Cortés luciendo "al pecho cruz de Santiago" [12].

Como es bien sabido, sus últimos días los pasó Cortés en la casa que su amigo el jurado Juan Rodríguez de Medina tenía en Castilleja de la Cuesta. En su testamento, había establecido su deseo de ser enterrado provisionalmente en la iglesia del lugar donde muriese hasta que sus restos fuesen llevados a México. En este sentido, su primera disposición testamentaria decía así: "mando, que si muriere en estos reinos de España, mi cuerpo sea puesto e depositado en la iglesia de la parroquia donde estuviere situada la casa donde yo falleciere, e que allí esté en depósito e hasta que sea tiempo e a mi sucesor le parezca de llevar mis huesos a la Nueva España, lo que le encargo e mando que ansí haga dentro de diez años e antes si fuese posible e que los lleven a la mi villa de Coyoacán" [13].

Sin embargo, el 2 de diciembre de 1547 otorgó un codicilo en el que revocaba lo dispuesto en torno a su enterramiento, diciendo que 
"en el dicho mi testamento yo hube mandado y mandé que mi cuerpo se deposite en la parroquia de la ciudad o villa o lugar a donde yo falleciese, revoco la dicha manda y cláusula, y mando que el dicho mi cuerpo sea depositado en la iglesia de la dicha ciudad de Sevilla o de otra parte donde los señores mis albaceas o cualquiera de ellos que se hallare presente, ordenaren" [14].


Fue esta postrera disposición la que impidió que su cuerpo reposase, aunque fuese de manera provisional, en el templo santiaguista de Castilleja de la Cuesta, lo que sin duda hubiera supuesto un magnífico colofón a su probada devoción al Apóstol Santiago.

Tras no pocas vicisitudes, en 1794 los restos de Cortés llegaban a la Iglesia de Jesús Nazareno en México, situada junto al hospital que él mismo había fundado hacia 1524. En su sepulcro, que más tarde sería de nuevo removido, se colocó una inscripción que recordaba su vínculo santiaguista: 
"Aquí yace el grande héroe Hernán Cortés, conquistador de este reino de Nueva España, gobernador y capitán general del mismo, caballero del orden de Santiago..." [15].

Mientras tanto, en Medellín, su pueblo natal, una estatua recuerda al vencedor de los mexicas en la plaza que lleva su nombre. Muy cerca de allí la contempla el campanario de la antigua iglesia de Santiago de la localidad pacense. Con un patrón casi calcado, en Castilleja de la Cuesta, donde murió Cortés, apenas unos metros separan su busto (en el actual colegio de las RR.MM. Irlandesas) del templo parroquial de Santiago. Como fue durante toda su vida, el capitán y el apóstol siguen caminando juntos 500 años después.


Publicado por JOSÉ RODRÍGUEZ POLVILLO en www.hermandaddesantiago.es 

 
[1] DÍAZ DEL CASTILLO, Bernal: 'Historia verdadera de la conquista de la Nueva España'. 1568.

[2]
Se refiere al templo mayor de Tlatelolco.

[3]
CERVANTES DE SALAZAR, Francisco: 'Crónica de la Nueva España. Volumen II'. 1575.

[4]
SOLÍS Y RIVADENEIRA, Antonio de: 'Historia de la Conquista de México'. 1684.

[5]
LÓPEZ DE GOMARA, Francisco: 'Historia de la conquista de México'. 1552.

[6]
Se refiere aquí a la segunda acepción de 'apellidar' recogida en el DRAE: "Gritar convocando, excitando o proclamando".

[7]
ZEA DOMÍNGUEZ, José Alberto: “1585 Fundación de la tercera iglesia más grande de la zona oriente, Santiago Apóstol de Chalco”, en www.reporterosenmovimiento.com

[8]
El templo contó después con un convento y un colegio que fue la primera institución de educación superior de toda América destinada a los indígenas.

[9]
OM-CABALLEROS_SANTIAGO,Exp.2169.

[10]
HERRERA Y TORDESILLAS, Antonio de: "Historia general de los hechos de los castellanos en las Islas y Tierra Firme del mar Océano que llaman Indias Occidentales" (1601). Década III. Libro VII. Capítulo 4.

[11]
CURADO FUENTES, A. y CRUZ MERA, M. L.: 'Estudio del Retrato de Hernán Cortés, de Juan Aparicio Quintana, en Medellín'. 1997.

[12]
MÉLIDA Y ALINARI, JR (1925): 'Catálogo Monumental de España. Provincia de Badajoz (1907-1910). Vol II'. 1925

[13]
'Testamento de Hernán Cortés, descubierto y anotado por el P. Mariano Cuevas, S.J.'.

[14]
MIRA CABALLOS, Esteban: 'Noticias inéditas sobre los últimos años de vida de Hernán Cortés (1540-1547)'. Incluido en 'Ars et sapientia: Revista de la asociación de amigos de la Real Academia de Extremadura de las letras y las artes', Nº. 30, 2009.

[15]
GONZÁLEZ OBREGÓN, Luis: 'Los restos de Hernán Cortés. Disertación histórica y documentada'. En Anales del Museo Nacional de México. Num. 10 Tomo III (1906) Segunda Época (1903-1908).
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