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LA TINTA DE LA MEMORIA

José Rodríguez Polvillo

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Ocurre a menudo que las palabras sencillas son las que más verdad esconden. A veces pasan desapercibidas y, de tanto usarlas, la costumbre apenas nos deja oírlas, pero en ellas se guarda, no lo duden, lo verdaderamente auténtico, la verdad sin pretensiones.

Esta es una historia de Fe, Hermandad y Esperanza, una historia en la que, sin darnos cuenta, ha tomado forma una manera propia de hacer camino, unas señas de identidad ligadas para siempre a Ti, Rocío, y tejidas entre nosotros a partes iguales a base de devoción y amistad. Se cumple ahora una década de un caminar que no acaba cada año al llegar a la Aldea, ni tampoco con el regreso a Gines... Esta familia rociera sigue uniendo sus pasos más allá del reclamo de la primavera, y ya van 10 años en los que no sólo nos reunimos para emprender juntos el camino, sino que apenas con mirarnos entre nosotros, en cualquier época del año, Ella se hace presente.

En estos 10 años el camino ha sabido probarnos como lo hace la vida. Ha habido momentos duros, inmensamente duros, pero sobre todo ha sido un gran regalo para todos nosotros. Y lo es porque, mientras te buscábamos, Rocío, te encontrábamos en la generosidad de otras manos, en la cercanía de otra mirada, en el aliento de otras palabras... No diremos que no costó, ni que fue fácil, pero sí que, estamos convencidos, no
  lo hubiéramos logrado sin tu ayuda.

Desde el más veterano hasta los más pequeños, que entre nosotros son legión. De todos ellos hemos aprendido a quererte. Desde el paso experto de una medalla oscurecida hasta el que ni siquiera sabe andar todavía. De quien nos habla de aquellos caminos de antes hasta quien apenas balbucea tu nombre. Cada uno a su manera ha logrado que su forma de quererte sea también la de todos nosotros, y que este grupo sume año tras año un nuevo capítulo al servicio siempre de la Hermandad.

Por eso no exagero si les llamo familia, no, porque compartimos Madre y Padre, y hasta el relente del camino es menos frío si nos sabemos bajo su manto. Porque en los ojos de nuestros niños, correteando en medio de una 'pará', hemos visto el reflejo del Pastorcito.

Los sentimientos no necesitan un lenguaje distinto, sino simplemente un lenguaje que sea verdadero. Por eso sobran las palabras para decir que somos, sobre todo, AMIGOS y ROCIEROS.

Publicado en el Anuario de la Hermandad del Rocío de Gines 2020 
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Aunque a simple vista pudieran parecer inamovibles, lo cierto es que los cultos de una hermandad reflejan a lo largo de la Historia numerosos cambios que nos hablan sobre la evolución de las corporaciones y las devociones que las sustentan.

Para observar estos cambios, sólo tenemos que acudir a los documentos históricos que nos cuentan celebraciones en muchos casos desaparecidas y, en otros tantos, claramente diferentes a las actuales.

El que posiblemente sea el documento más importante del archivo histórico de la Hermandad Sacramental de Gines es un escrito de más de 100 páginas que no destaca precisamente por su antigüedad, sino por acercarnos a la forma en la que se celebraban los cultos y las fiestas de la corporación crucera en tiempos pasados. Se trata de las Reglas de la "Santa Cofradía de la Vera Cruz" de 1844. A pesar de estar datadas en una fecha relativamente reciente, a mediados del siglo XIX, lo verdaderamente interesante es que actúan como una verdadera recopilación normativa de la Hermandad a lo largo de los siglos, reproduciendo las reglas fundacionales, del siglo XVI, e incorporando también resúmenes de
acuerdos de Cabildo que, previa aprobación por la autoridad eclesiástica, se convertían en nuevos capítulos de la propia Regla.

Se nombra en primer lugar "la fiesta principal de la invención [1]
 de la Cruz", que debía celebrarse "el segundo día de mayo a vísperas y el tercero a misa mayor con toda la cera y cofrades", para lo que los mayordomos debían "ataviar la iglesia muy honradamente". Era, por lo tanto, una de las celebraciones más importantes del año, como demuestra que la no asistencia de algún hermano a estos cultos le obligaba a pagar "media libra de cera".

También lo eran, por supuesto, los cultos en torno a la Semana Santa. La salida procesional, sin embargo, no era como actualmente en la tarde del Viernes Santo, sino que las reglas ordenaban una "procesión de disciplina el Jueves Santo en la noche con todos sus hermanos sin excusar a ninguno". Por falta de espacio, dejaremos los detalles de esta interesantísima procesión para otro momento. Únicamente diremos que la pena para los hermanos que no participaran en la misma ascendía hasta los dos ducados.

Los cultos de Semana Santa se completaban con la "obligación de hacer procesión la mañana de la resurrección con la mayor solemnidad que se pudiere", sin indicarse más detalles sobre la misma.


Otra de las celebraciones destacadas de la cofradía era el Corpus, "para las cuales fiestas sobre dichas puedan llevar un crucifijo toda la cera que tuviere nuestra cofradía", teniendo que pagar media libra de cera el hermano que no acudiera, no contemplándose para ello "ninguna excusa". Sabemos, sin embargo, que la situación económica no siempre permitía celebrar estos cultos como era menester. Así, está documentado que en 1702 el Conde de Fontanar, señor de Gines, constata que "en esta Villa no se hace la fiesta del Corpus por falta de medios", por lo que él mismo decide aportar el dinero necesario para su celebración.

Las actuales Misas de Hermandad parecen tener su precedente en las misas cantadas que se celebraban el primer domingo de cada mes, "pues los fundadores de esta santa cofradía lo instituyeron y ordenaron, y las tres pascuas del año por las ánimas de los difuntos". Con el tiempo, probablemente fueron sustituidas por las llamadas "misas del Santísimo Sacramento", que tenían lugar el tercer domingo del mes, incluyendo procesión claustral por el interior del templo.

En cuanto a la festividad de la Presentación del Niño Jesús al Templo (Candelaria), debemos decir que en 1699 la Hermandad acuerda hacerse cargo de este culto popular, conocido entonces como el "día de la purificación de Nuestra Señora" [2]
. Hasta ese momento, "cada año había devotos que pagaban la fiesta y ponían la ofrenda de dos pichones", pero "ya no hay quien tenga esta devoción por la mucha pobreza", lo que obligó a la Hermandad a asumir los "ocho reales vellón que se pagan por la misa y procesión, y se haga la ofrenda de los pichones a costa de la dicha cofradía".

Especialmente llamativa nos parece hoy la obligación de "hacer fiesta a la Virgen y mártir Santa Catalina el primer domingo después de su día que es a 25 de noviembre". No eran éstas, sin embargo, unas celebraciones menores, como demuestra que debían hacerse "el sábado en la tarde vísperas y el día misa y a la tarde del domingo consiguiente, una vigilia y el lunes misa de réquiem por aniversario de los hermanos difuntos de esta cofradía". Muy probablemente, estos cultos estaban vinculados con el lienzo que existe en la Parroquia dedicado al Entierro de Santa Catalina de Alejandría, copia del pintado por Zurbarán en 1636 [3]
. Todo hace indicar que estos cultos decaerían en la forma citada, conservándose únicamente en la actualidad la misa de hermandad por los hermanos difuntos en el mes de noviembre.

No como culto fundacional, sido adquirido en el siglo XVIII, encontramos la "misa cantada el día siete de septiembre [4] 
a la Gloriosa Virgen Santa Rosalía". La advocación de la Santa de Palermo estuvo desde su origen en Gines vinculada a la cofradía de la Vera Cruz, que le daba culto "con su responso doble y repique por un tributo de veinte y cuatro reales que dio D. Juan José del Castillo [5] sobre dos aranzadas y media de tierra, al pago de los linares con las condiciones de la escritura de donación que pasó ante Juan de las Cuevas en 20 de noviembre de 1715".

Otros cultos recogidos en regla eran la "fiesta de Nuestra Señora de agosto con toda solemnidad, vísperas y el día de Nuestra Señora misa y sermón del día"; también la "fiesta a la natividad de Nuestra Señora a ocho de septiembre, vísperas y procesión con la mayor solemnidad que se pudiere", y el día de la "Purísima Concepción ocho de diciembre sin vísperas", siendo la pena por no acudir a este último de dos reales de vellón.

Digamos para concluir que, a la fecha del documento (1844), no consta ninguna referencia a una celebración tan asentada hoy día como es la novena de Jornaditas, que debió aparecer en el calendario de cultos de la Hermandad en fecha posterior.

Publicado por JOSÉ RODRÍGUEZ POLVILLO en el
Anuario de la Hermandad Sacramental de Gines 2021 


[1] El término 'invención' hace referencia aquí a la etimología latina de la palabra, con el significado de 'descubrimiento'. La festividad hace alusión así al hallazgo por parte de Santa Elena de la verdadera Cruz de Cristo.

[2] Hasta el Concilio Vaticano II se celebraba como una fiesta eminentemente mariana.

[3] El original está actualmente en el Museo Nelson-Atkins, en Kansas City (Estados Unidos).

[4] Originalmente, la Iglesia celebraba la festividad de Santa Rosalía el 7 de septiembre, no el día 4 como se hace actualmente.

[5] El Escribano Real y Gobernador de la Villa D. Juan José del Castillo y de la Barrera fue hermano de la Vera Cruz de Gines, en la que ocupó diversos cargos.

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En el siglo IX, con el hallazgo de la tumba de Santiago el Mayor en Galicia, el apóstol comenzó a ser reconocido por los reyes de la Reconquista como Patrón de España. Su figura iría ganando cada vez más peso en aquel contexto de reafirmación religiosa frente al Islam, una circunstancia que no menguaría tras la completa recuperación de la península para el cristianismo. En el XVI, el hijo de Zebedeo era ya, sin duda, una de las devociones más extendidas de un Imperio que crecía por momentos, llevando consigo su civilización y, por supuesto, también su fe.

Uno de los hombres que más hizo en ese sentido fue Hernán Cortés, cuya devoción a Santiago Apóstol abordaremos en las siguientes líneas siguiendo para ello los testimonios de hasta cuatro cronistas contemporáneos suyos, además de los testimonios dejamos por el propio capitán general de Nueva España.

Siguiendo las huellas de Cortés, vemos que su vinculación con el apóstol Santiago comienzan ya en los primeros años de su vida pública. Así, un aspecto poco conocido de su biografía es que fue Alcalde en dos ocasiones, ambas en tierras americanas, donde había llegado con sólo 19 años, en 1504. Lo más llamativo, sin embargo, es que las dos ciudades de las que fue primer edil llevan por nombre "Santiago", lo que prueba que, ya desde estos primeros momentos de su estancia en América, el Santo Patrón estaba muy presente en su vida.

De este modo, en 1511 forma parte de la expedición a Cuba liderada por Diego Velázquez de Cuéllar, quien funda en la isla la ciudad de Santiago de Baracoa, nombrando Alcalde de la misma a Hernán Cortés. Años más tarde, la operación se repetiría con los mismos protagonistas. Velázquez funda en esta ocasión la ciudad de Santiago de Cuba en 1515, nombrando desde ese momento a Cortés como su primer Alcalde.

Son numerosas las fuentes de la propia época de Cortés que nos hablan de su devoción a Santiago. Es el caso de uno de los propios participantes en las expediciones cortesianas, Bernal Díaz del Castillo, quien nos dice que Cortés
 "tenía por su muy abogada a la Virgen María, nuestra señora, la cual todos los fieles cristianos la debemos tener por nuestra intercesora e abogada; e también tenía a señor San Pedro, a Santiago e a señor San Juan Bautista" [1].

En aquella época, era habitual encomendarse a Santiago en las situaciones más comprometidas. Fue el caso de lo ocurrido en la Batalla de Centla, la primera de la conquista de México, en la que Díaz del Castillo relata que "entretanto que Cortés estaba en esto, todos nosotros, ansí capitanes como soldados, fuimos sobre ellos, nombrando a Señor Santiago; y les hecimos retraer…".

Muy similar fue la respuesta de los españoles durante el enfrentamiento con los tlaxcaltecas antes de la alianza de Cortés con dicho pueblo. Tras comprobar que el acuerdo que había intentado con ellos era imposible en ese momento, Cortés decidió atacar encomendándose al santo. Lo recoge así el ya citado Díaz del Castillo: 
"... y nos daban tanta guerra, que no les podíamos sufrir. Entonces dijo Cortés: "¡Santiago, y a ellos!". Y de hecho arremetimos de manera que les matamos y herimos muchas de sus gentes con los tiros, y entre ellos, tres capitanes".

Tal era la devoción santiaguista de aquellos hombres, que acordaron darle gracias al Santo Patrón edificando en Tlatelolco un templo en su honor, sobre el que volveremos más adelante. Por ahora apuntaremos únicamente cómo surgió la idea, siguiendo para ello de nuevo a Díaz del Castillo:
 "ganamos aquella fuerte y gran ciudad y se repartieron los solares, que luego propusimos que en aquel gran cu [2] habíamos de hacer la iglesia de nuestro patrón e guiador señor Santiago, e cupo mucha parte de solar del alto cu para el solar de la santa iglesia".

Siguiendo con los cronistas de la época, también Francisco Cervantes de Salazar recoge referencias a la devoción santiaguista de Cortés. En la célebre batalla de Otumba, el capitán general se dirige a sus hombres diciendo: 
"Pidamos el favor a Dios; ésta es su causa, éste es su negocio, por Él hemos de pelear. (...) Encomendémonos a la Virgen María, Madre suya; sea nuestra intercesora; favorézcanos mi ahogado Sant Pedro y el Patrón de las Españas Sanctiago" [3].

Sobre la misma batalla se refiere también el ya citado Díaz del Castillo, indicando que "después de nos encomendar a Dios y a Santa María muy de corazón, e invocando el nombre de señor Santiago, desque vimos que nos comenzaban a cercar". La ayuda de Santiago se sintió entonces más cerca que nunca, porque "los soldados poníamos grande ánimo para pelear; y esto, nuestro señor Jesucristo y nuestra señora la virgen Santa María nos lo ponía, y señor Santiago, que ciertamente nos ayudaba".

Años más tarde (1684), el escritor e historiador Antonio de Solís relataba también la arenga de Cortés a sus tropas en dicha batalla: 
"... y hallándolos más cerca de la ira que de la turbación, «llegó el caso, dijo, de morir o vencer: la causa de nuestro Dios milita por nosotros». Y no pudo proseguir, porque los mismos soldados le interrumpieron clamando por la orden de acometer, con que sólo se detuvo en prevenirlos de algunas advertencias que pedía la ocasión; y apellidando, como solía, unas veces a Santiago y otras a San Pedro, avanzó prolongada la frente del escuadrón" [4].

Otro cronista contemporáneo de Cortés, López de Gomara, se refiere también en varias ocasiones a la predilección del capitán por Santiago, como indica, por ejemplo, en el siguiente pasaje: 
"avisó Cortés a los españoles que estaban puestos en celada, y él embrazó su rodela, y llamando á Dios, a Santiago y a San Pedro su abogado, arremetió al lugar con los españoles que allí estaban"  [5].

Con motivo de la batalla de Centla, el mismo cronista recoge también el relato de varios de los hombres de Cortés, que aseguraron ver al Apóstol Santiago ayudándoles en la batalla, señalando que 
"no pocas gracias dieron nuestros españoles cuando se vieron libres de las flechas y muchedumbres de indios, con quien habían peleado, a nuestro Señor, que milagrosamente los quiso librar; y todos dijeron que vieron por tres veces al del caballo rucio picado pelear en su favor contra los indios, según arriba queda dicho; y que era Santiago nuestro patrón".

Incluso el propio Hernán Cortés, en su tercera 'Carta de Relación', dirigida a Carlos V en 1522, alude en varias ocasiones a cómo la devoción a Santiago estaba presente de manera continua entre los expedicionarios, que le invocaban asiduamente y se encomendaban al santo en los trances más difíciles. Sirvan como ejemplo las siguientes citas del texto escrito por el propio Cortés:

"... y que como los enemigos pasasen, pensando que todos íbamos juntos adelante, en oyéndome el apellido 
[6] del señor Santiago, saliesen y les diesen por las espaldas".

"Como esto vio el dicho alguacil mayor y los españoles, determinaron de morir o subirles Por fuerza a lo alto del pueblo, y con el apellido de señor Santiago, comenzaron a subir".

"
Y como vimos pasar ya algunos, yo apellidé en nombre del apóstol Santiago, y dimos en ellos muy reciamente".

"... y con el apellido del Señor Santiago, damos de súbito sobre ellos, y vamos por la plaza adelante alanceando y derrocando y atajando muchos"
.

La devoción a Santiago de Hernán Cortés también quedaría patente en varias de sus fundaciones en América, a las que dio el nombre del apóstol. Así, el cronista novohispano Domingo Francisco Chimalpahin Quauhtlehuanitzin
[7] cuenta que Cortés prometió dedicar una iglesia al Santo Patrón si el pueblo chalca no le hacía la guerra. Al no producirse dicho enfrentamiento, una vez terminada la conquista mandó levantar el templo. Así fue como se erigió la Catedral de Santiago Apóstol en Chalco, que se terminó de edificar años después de la muerte del propio Cortés.

No fue ésta la única fundación cortesiana en nombre del apóstol. Ahí está la Iglesia de Santiago en Tlatelolco, mandada a construir por Cortés tras la conquista de Tenochtitlan e inaugurada en 1527, quedando a cargo de los franciscanos
[8]; o la actual Ermita del Rosario en La Antigua, considerado el primer templo católico de la América continental, fundado inicialmente (1523) con el nombre de Santiago Apóstol por mandato de Cortés.

En el Archivo Histórico Nacional [9] se conserva la documentación relativa a las pruebas para la concesión del Título de Caballero de la Orden de Santiago a Hernán Cortés, una dignidad que solicitó en 1525. El expediente, que firma Diego González de Carvajal (Caballero y administrador de la orden de santiaguista), se refiere a Cortés señalando "que su propósito e voluntad es ser en la dicha orden por devoción que tiene al bienaventurado apóstol Señor Santiago, suplicándome lo mandase admitir e darle el ábito e ynsinia de la dicha horden".

Al inicio del expediente se lee claramente "Aprobadas", de donde deducimos que Cortés fue finalmente admitido en la orden, cumpliéndose así el compromiso del Emperador. En este sentido, el cronista Antonio de Herrera y Tordesillas [10] realiza algunos años más tarde un compendio en el que recoge informaciones de diferentes crónicas contemporáneas a Cortés ahora lamentablemente desaparecidas. En su escrito, Herrera indica que Carlos V "acatando sus servicios le hacía Adelantado de la Nueva-España, y le daba título de Don, y que así le escribiría luego en sus cartas, y por la devoción que tenía al bienaventurado apóstol Santiago le daría el hábito de su sagrada Orden".

Sea como fuere, lo que sí queda fuera de toda duda es su devoción al Santo Patrón, como refiere el propio capitán al solicitar su ingreso, que poco después, en 1529, pediría también para su hijo Martín.

Distinguido con el hábito de la Orden de Santiago como hemos visto, la fuerte vinculación cortesiana con la devoción santiaguista ha quedado reflejada ampliamente en la cultura popular, especialmente gracias a dos de sus retratos.

El primero de ellos es un óleo sobre tabla pintado por Joaquín Cortés en 1813 y que pertenece al Archivo de Indias. Enmarcado en un óvalo bajo el que puede leerse el nombre del conquistador, vemos la efigie de Cortés, sobre cuyo pecho izquierdo aparece la parte superior de la Cruz de Santiago.

El Ayuntamiento de Medellín (su lugar de nacimiento) conserva otro retrato del conquistador elaborado en 1957 por el pintor Juan Aparicio Quintana
[11]. Todo hace indicar que siguió para ello una fotografía de un cuadro anterior que se encontraba en el mismo lugar y al que se le perdió la pista durante la Guerra Civil. Este lienzo original había sido fotografiado por J. Ramón Mélida Alinari hacia 1910, y en él vemos a Cortés luciendo "al pecho cruz de Santiago" [12].

Como es bien sabido, sus últimos días los pasó Cortés en la casa que su amigo el jurado Juan Rodríguez de Medina tenía en Castilleja de la Cuesta. En su testamento, había establecido su deseo de ser enterrado provisionalmente en la iglesia del lugar donde muriese hasta que sus restos fuesen llevados a México. En este sentido, su primera disposición testamentaria decía así: "mando, que si muriere en estos reinos de España, mi cuerpo sea puesto e depositado en la iglesia de la parroquia donde estuviere situada la casa donde yo falleciere, e que allí esté en depósito e hasta que sea tiempo e a mi sucesor le parezca de llevar mis huesos a la Nueva España, lo que le encargo e mando que ansí haga dentro de diez años e antes si fuese posible e que los lleven a la mi villa de Coyoacán" [13].

Sin embargo, el 2 de diciembre de 1547 otorgó un codicilo en el que revocaba lo dispuesto en torno a su enterramiento, diciendo que 
"en el dicho mi testamento yo hube mandado y mandé que mi cuerpo se deposite en la parroquia de la ciudad o villa o lugar a donde yo falleciese, revoco la dicha manda y cláusula, y mando que el dicho mi cuerpo sea depositado en la iglesia de la dicha ciudad de Sevilla o de otra parte donde los señores mis albaceas o cualquiera de ellos que se hallare presente, ordenaren" [14].


Fue esta postrera disposición la que impidió que su cuerpo reposase, aunque fuese de manera provisional, en el templo santiaguista de Castilleja de la Cuesta, lo que sin duda hubiera supuesto un magnífico colofón a su probada devoción al Apóstol Santiago.

Tras no pocas vicisitudes, en 1794 los restos de Cortés llegaban a la Iglesia de Jesús Nazareno en México, situada junto al hospital que él mismo había fundado hacia 1524. En su sepulcro, que más tarde sería de nuevo removido, se colocó una inscripción que recordaba su vínculo santiaguista: 
"Aquí yace el grande héroe Hernán Cortés, conquistador de este reino de Nueva España, gobernador y capitán general del mismo, caballero del orden de Santiago..." [15].

Mientras tanto, en Medellín, su pueblo natal, una estatua recuerda al vencedor de los mexicas en la plaza que lleva su nombre. Muy cerca de allí la contempla el campanario de la antigua iglesia de Santiago de la localidad pacense. Con un patrón casi calcado, en Castilleja de la Cuesta, donde murió Cortés, apenas unos metros separan su busto (en el actual colegio de las RR.MM. Irlandesas) del templo parroquial de Santiago. Como fue durante toda su vida, el capitán y el apóstol siguen caminando juntos 500 años después.


Publicado por JOSÉ RODRÍGUEZ POLVILLO en www.hermandaddesantiago.es 

 
[1] DÍAZ DEL CASTILLO, Bernal: 'Historia verdadera de la conquista de la Nueva España'. 1568.

[2]
Se refiere al templo mayor de Tlatelolco.

[3]
CERVANTES DE SALAZAR, Francisco: 'Crónica de la Nueva España. Volumen II'. 1575.

[4]
SOLÍS Y RIVADENEIRA, Antonio de: 'Historia de la Conquista de México'. 1684.

[5]
LÓPEZ DE GOMARA, Francisco: 'Historia de la conquista de México'. 1552.

[6]
Se refiere aquí a la segunda acepción de 'apellidar' recogida en el DRAE: "Gritar convocando, excitando o proclamando".

[7]
ZEA DOMÍNGUEZ, José Alberto: “1585 Fundación de la tercera iglesia más grande de la zona oriente, Santiago Apóstol de Chalco”, en www.reporterosenmovimiento.com

[8]
El templo contó después con un convento y un colegio que fue la primera institución de educación superior de toda América destinada a los indígenas.

[9]
OM-CABALLEROS_SANTIAGO,Exp.2169.

[10]
HERRERA Y TORDESILLAS, Antonio de: "Historia general de los hechos de los castellanos en las Islas y Tierra Firme del mar Océano que llaman Indias Occidentales" (1601). Década III. Libro VII. Capítulo 4.

[11]
CURADO FUENTES, A. y CRUZ MERA, M. L.: 'Estudio del Retrato de Hernán Cortés, de Juan Aparicio Quintana, en Medellín'. 1997.

[12]
MÉLIDA Y ALINARI, JR (1925): 'Catálogo Monumental de España. Provincia de Badajoz (1907-1910). Vol II'. 1925

[13]
'Testamento de Hernán Cortés, descubierto y anotado por el P. Mariano Cuevas, S.J.'.

[14]
MIRA CABALLOS, Esteban: 'Noticias inéditas sobre los últimos años de vida de Hernán Cortés (1540-1547)'. Incluido en 'Ars et sapientia: Revista de la asociación de amigos de la Real Academia de Extremadura de las letras y las artes', Nº. 30, 2009.

[15]
GONZÁLEZ OBREGÓN, Luis: 'Los restos de Hernán Cortés. Disertación histórica y documentada'. En Anales del Museo Nacional de México. Num. 10 Tomo III (1906) Segunda Época (1903-1908).
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