El origen de esta práctica en España cuenta ya con más de dos siglos y medio de tradición, y tenemos que buscarlo en los honores de Rey que las Ordenanzas Militares de Carlos III [1] otorgaban al Santísimo Sacramento.
Dichas ordenanzas se aprobaron el 22 de octubre de 1768, estableciendo en su título primero, denominado «Honores Militares», que entre los honores a tributar al Santísimo «por la Infantería se presentarán las Armas, y batirá [2] la Marcha desde que se aviste, hasta que se pierda de ojo». Se establecía, por lo tanto, que ante Jesús Sacramentado se interpretase la misma composición que ante el propio monarca.
Esta «Marcha» a la que se alude en las Ordenanzas de Carlos III se refería entonces a la que tradicionalmente se conoce como «Marcha Real Fusilera» [3], utilizada en esta época como «marcha de honor». Sin embargo, con los años la «fusilera» fue perdiendo su posición en favor de la «Marcha Real Granadera» (actual Himno Nacional), que sustituyó de manera oficial a la anterior por Real Orden de 5 de Setiembre de 1853.
A lo largo del siglo XIX encontramos nuevas disposiciones que refrendan el uso de la marcha real (ahora ya la «granadera») como forma de rendir tributo al Santísimo. Así, una Real Orden circular de 5 de octubre de 1859 aclaraba el comportamiento que debían mantener las tropas en las iglesias, indicando que «las músicas y bandas han de sonar únicamente para tocar la marcha Real a la elevación de la Hostia y del Cáliz».
Dicha indicación se vería ratificada años más tarde mediante una Real Orden de 21 de marzo de 1880, que corroboraba lo indicado por la de 1859 y señalaba que «las músicas y bandas militares se limiten a tocar únicamente la Marcha Real a la elevación de la Hostia y del Cáliz».
Ya en el siglo XX también encontramos diversas normativas que recogen honores reales para el Santísimo. Así, por ejemplo, el Decreto de 24 de julio de 1943, por el que se aprueba el Reglamento de Actos y Honores Militares, indica en su artículo 36 que «Las bandas de cornetas, tambores y músicas; interpretarán el Himno Nacional mientras dure el acto de Alzar». Idéntica redacción presenta el Decreto 895, de 25 de abril de 1963, que actualizaba el reglamento anterior.
En esta línea, mucho más recientemente, en 1984, el Real Decreto 834, de 11 de abril [4], por el que se aprueba un nuevo Reglamento de Honores Militares, establecía en su artículo 58 que «Al Santísimo Sacramento le serán tributados los honores militares de arma presentada e Himno Nacional (primera parte completa)».
Tanto se extendió y tan habitual se hizo la tradición de hacer sonar la Marcha Real ante el Santísimo que este gesto piadoso podemos encontrarlo reflejado en varias obras literarias de renombre, como «Fortunata y Jacinta» (1887), de Benito Pérez Galdós, o «Los pazos de Ulloa» (1886), de Emilia Pardo Bazán, además de «Glorias de Sevilla» (1859), de Vicente Álvarez Miranda.
Con el tiempo, lo que comenzó siendo la rendición de honores reales al Santísimo Sacramento por parte del estamento militar pasó por asimilación al ámbito civil, del mismo modo que se interpreta también la Marcha Real, por extensión, a las imágenes de Cristo y de la Virgen María en la entrada y salida de los cortejos procesionales, ampliándose así los honores reales a diversas manifestaciones de lo sagrado.
Visto todo lo anterior, parece claro que la composición que nos ocupa se toca ante el Santísimo, y esto es lo fundamental, en calidad de Marcha Real, no de Himno Nacional, por lo que no cabe entender su interpretación a la luz de ninguna significación política, sino de reconocimiento de la más alta dignidad para quien es Rey de reyes.
En este sentido, la realeza y majestad de Dios es un tema recurrente en las Sagradas Escrituras. Así, se le aplican los títulos de Rey de los siglos (Timoteo 1,17), Rey de Israel (Juan 1, 49), Rey de los Judíos (Mateo 27,11), Rey de Reyes (Daniel 2,37; Apocalipsis 17,14; Apocalipsis 19,16), Rey de las naciones (Apocalipsis 15,3) y Príncipe de los reyes de la Tierra (Apocalipsis 1,5). Lo encontramos incluso en la palabra del propio Cristo, cuando responde a Pilato: «Tú lo dices: soy rey». (Juan 18, 37). [5]
La interpretación de la Marcha Real en honor al Santísimo es, por lo tanto, una piadosa tradición con más de dos siglos y medio de historia en España, un tesoro con el que se rinden los más altos honores a Su Divina Majestad.
José Rodríguez Polvillo
Publicado en el Anuario de la Hermandad del Rocío de Gines 2025
[2] La RAE define «batir la marcha» como «tocar la marcha con el clarín o con la caja».
[3] SANTODOMIGO MOLINA, Antonio. 2020. «La hermana olvidada de una trilogía para honores: La Macha real fusilera». Estudios bandísticos • Wind Band Studies 4: 213-35.
[4] El nuevo Reglamento de Honores Militares aprobado por Real Decreto 684/2010, de 20 de mayo, dejó sin efecto el de 1984. Esta circunstancia no permite actualmente la rendición de honores al Santísimo por parte del personal militar, pero obviamente no limita los honores que puedan ser rendidos por parte de personal civil.
[5] Sobre la realeza de Cristo, véase más ampliamente la Encíclica «Quas Primas», de Pío XI (1925).